La ex alcaldesa de Cuauhtémoc, acaso el personaje político más ruidoso de nuestros tiempos, no es ninguna anomalía ni novedosa categoría.
EN junio 2021, el camaleón llegó sin despertar sospechas. Menos de la mitad de los votos de la Cuauhtémoc, sumados a la inolvidable traición de Ricardo Monreal, le entregaron la alcaldía. El centro del centro, el 5% del PIB nacional.
Así, acompañada de su osito, Sandra Cuevas se enfundó el título de alcaldesa. Devota, femme fatale de labios rojos, amante del lujo y de la moda. Llegaron todas al mismo tiempo.

La multifacética política, desde entonces, no ha dejado de hacer ruido. Apenas hace apenas un par de días emitió la convocatoria de su nueva organización política. Propongo –contrario a toda expectativa–, que Sandra Cuevas no ha perdido la cabeza ni deambula en la periferia: su camino tiene un claro eje rector.
De Azcapotzalco para el mundo.
–A mí no me gustan los pobres. Yo fui pobre y no me gustan los pobres –afirmó Cuevas a Carlos Alazraki en 2021.
Puede que no mienta. Las fuentes coinciden: su padre era un comerciante de electrodomésticos que –con un salario de apenas 1,200 pesos semanales–, sostenía a una familia de ocho.
En principio fue Sandra Xantall Cuevas Nieves. Hoy, es simplemente Sandra Cuevas: una marca registrada.
La joven de 38 años acumula –su verbo favorito–, dos licenciaturas, dos maestrías, un doctorado. Comercio internacional, Derechos humanos, Derecho fiscal y administrativo. En su curriculum, también desfilan cursos sobre delitos de propiedad intelectual impartidos por Interpol y entrenamientos en identificación de drogas y estupefacientes en el Campo Militar 1. A cuevas no le importa el qué, sino el cuánto: tantas credenciales como versiones de sí misma.
Listas, listas, listas. Sandra Cuevas presume –su otro verbo rectdor–, haber estudiado en diez países: China, Panamá, Colombia, Cuba, Argentina, Uruguay. Un recorrido fugaz por sus redes sociales, antes de irrumpir en la vida pública, la sitúa en San Diego, Las Vegas y La Habana. –Hasta la victoria siempre–, se lee en una fotografía donde posa frente al icónico mural del Che en la capital cubana.
Los viajes, asegura, fueron posibles gracias a su primer emprendimiento; una comercializadora de dulces llamada Dulce Becerrita. Dulces, galletas, pistas de hielo. Las versiones son tan borrosas como inverosímiles.

Su vida institucional comenzó en el SAT –específicamente en la Agencia Nacional de Aduanas–, donde trabajó de 2008 a 2014. De los 22 a los 28 años. Para tener alguna referencia, notemos que, en nuestros días, un puesto similar reporta un salario mensual de 20.000 pesos.
Luego, entre 2014 y 2015, emigró a la cancillería de José Antonio Meade como jefa de Departamento. De los 28 a los 29 años. Un puesto que hoy día, no supera los 30.000 pesos mensuales. Perdemos el tiempo si buscamos ahí el origen de su fortuna.
Un año después, era 2016, creó la fundación Por un México Bonito, AC. En el papel, prometía proteger a niños y adolescentes. En la práctica, era el reflejo de una ambición mayor: la alcaldía que la vio nacer. Azcapotzalco. A través de la fundación, Cuevas repartía tabletas, regalos y servicios. Sandra Cuevas quería ser delegada.
Un año después de su creación, la asociación ya presumía un buen aliado: Ricardo Monreal. Juntos ayudarían a niños que luchan contra el cáncer.
No sorprende que, años después, la fundación se transformara en el trampolín de una ambición más grande. Lo que alguna vez fue bandera filantrópica terminó convertido en herramienta política en su camino hacia la alcaldía Cuauhtémoc.
La conexión entre Cuevas y Monreal –se especula–, habría llegado a través de su esposa, quien, lo mismo que su hija Caty, teje redes en organizaciones sociales para operar asambleas y movilizar territorialmente a los votantes.
Para cerrar esta primera etapa de su vida política, Sandra Cuevas diversificó su naciente imperio. Abrió una galería de arte contemporáneo en la Condesa, fundó una productora de eventos –Danika–, y un despacho de abogados. Y, aunque a usted le cuete creer que alguien pueda ser tan prolífico y exitoso en terrenos tan dispares, ella tiene una buena respuesta para calmar sus dudas.
–Trabajo desde las cinco de la mañana hasta las dos de la mañana, diario –mencionó Cuevas a Carlos Loret un año atrás.
Podemos estar tranquilos.
Movilización mata movilización.

En la elección intermedia del sexenio macuspano, con la alcaldía Cuauhtémoc en disputa –territorio emblemático de la izquierda en la capital–, Monreal hizo un Monreal.
Lo leal –que no siempre es lo racional–, habría sido que el zacatecano, quien gobernó la demarcación en 2018, respaldara a la candidata de su partido, Dolores Padierna. En cambio, decidió apoyar a su vieja aliada: Sandra Cuevas.
–Ricardo Monreal se acercó al PAN, PRI y PRD para evitar que Dolores Padierna se quedara con la Cuauhtémoc —admitiría años después Jesús Zambrano.
Con ello, Ricardo le daba la espalda al matrimonio Padierna-Bejarano, los amos y señores de la movilización capitalina desde el terremoto del 85. Arquitectos de una máquina electoral capaz de mover decenas de miles de votos, sostenidas por redes clientelares bien aceitadas: vecinos, puestos ambulantes y un sinfín de organizaciones sociales.
La victoria de Ricardo Monreal –perdón, de Sandra Cuevas–, llegó arropada por la siglas del PAN, PRI y PRD con una ventaja de diez puntos sobre los viejos señores feudales. La Cuauhtémoc terminó siendo como Monreal: multicolor.
A la izquierda le habían arrebatado su más viejo y preciado tesoro: la cuna del poder en la capital. Hogar de los tres poderes de la unión, sede de los corporativos más influyentes y del comercio formal,pero sobre todo el informal.
*Tomado del periódico “El Mañana”.
Reynosa, Domingo 16 Febrero 2025.
Ventaneando, Viernes 9 de Mayo de 2025.