Se han cumplido este 20 de julio 95 años de la emboscada en que fue acribillado el Centauro del Norte, en Hidalgo del Parral, Chih., por la inquina que le tenía el presidente Obregón y el temor que le inspiraba al general Calles. Fue, junto con Zapata y otros caudillos, uno de los pilares de la Revolución Mexicana en los que sustentó Francisco I. Madero su lucha contra el Porfiriato.
LA mañana del 20 de julio de 1923, se dispararon ciento cincuenta proyectiles de fusil contra el automóvil Dodge Brothers, modelo 1922, que conducía el general Francisco Villa. La escena: la esquina de las calles Benito Juárez y Gabino Barreda, en el tranquilo pueblo de Hidalgo del Parral, Chihuahua. Doce balas hicieron blanco en el cuerpo del prócer revolucionario. Falleció instantáneamente y con él murieron tres de sus cuatro acompañantes.
La autoría de la emboscada, tendida por tres fusileros con el apoyo de un espía apostado a 40 metros del lugar, quien les dio la señal para asegurarse que Villa se aproximaba al punto, fue atribuida al entonces presidente, general Álvaro Obregón Salido.
Éste, llamado El Manco de Celaya, odiaba a Villa por la granada que le lanzó uno de sus “dorados” en la batalla que los enfrentó en ese lugar a las tropas constitucionalistas comandadas por Obregón. Herido gravemente del brazo derecho por los perdigones, el médico militar Enrique Osornio se vio obligado a amputarle el miembro para salvarle la vida. Obregón juró que algún día se vengaría.
Otra versión, entre el mito y la leyenda, señala que el general Plutarco Elías Calles había asegurado a su gente que “el general Villa era un peligro para México” y alguien debería encargarse de desaparecerlo. Calles no encubría el miedo que le inspiraba el aguerrido caudillo norteño, de manera que también se le asoció al complot de Parral.
Nativo de San Juan del Río, Durango, donde vio la luz primera el 15 de junio de 1878, hay testimonios históricos de que José Doroteo Arango Arámbula –el nombre real del general Francisco Villa–, pronosticó el sitio de su muerte cuando hallándose en el pináculo de su carrera militar le dijo a uno de sus allegados: “Parral me gusta para morirme…”
En efecto, allí murió hace ya 95 años, al salir de visitar a Manuela Casas Morales que fue, se dice, una de las dieciocho esposas que tuvo Pancho Villa, con 17 de las cuales se casó por lo civil y lo religioso “para demostrarles su amor”. En realidad nadie sabe con precisión cuántas mujeres tuvo, como tampoco se llegó a conocer el número exacto de sus hijos. Pero la voz popular señala que fueron incontables, unas y otros.
De las más conocidas o mencionadas han trascendido los nombres de María Luz Corral, Austreberta Rentería, de la propia Manuela Casas y de Juana Torres.
Junto con Emiliano Zapata Salazar y otros caudillos de la lucha revolucionaria, en la que fue reclutado por el general Abraham González, el general Francisco Villa –uno de sus panegiristas sostiene que tal nombre lo adoptó del abuelo materno–, se significó como figura y pieza fundamental de la Revolución Mexicana, cuyas proezas militares le dieron fama mundial. Sobre todo por haber protagonizado con su ejército la única invasión militar que ha sufrido el territorio de los Estados Unidos en toda su historia, al asaltar el pueblo de Columbus, Nuevo México.
Según los registros históricos, el espía que dio el aviso para el atentado de Parral fue Juan López San Pedro y el único sobreviviente de la balacera se llamó Ramón Contreras. A este lo apodaron El Manco, pues dos proyectiles se le incrustaron en el brazo izquierdo y tuvieron que amputárselo. Contreras vivió hasta el año 1973.
Por extraña paradoja del destino casi cinco años después de la emboscada contra Villa, el 17 de julio de 1928, el general Álvaro Obregón era acribillado en la Ciudad de México. Recibió seis tiros disparados de una pistola por el anarquista José de León Toral en el restaurante La Bombilla, donde la bancada de diputados de Guanajuato le ofrecían un banquete en su calidad de Presidente Electo.
Y ocho meses más tarde, el 4 de marzo de 1929, el general Plutarco Elías Calles ponía las bases políticas para cancelar las luchas fraticidas post-revolucionarias. Lo hizo al fundar el Partido Nacional Revolucionario (PNR), ‘padre’ del Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y ‘abuelo’ del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
(JLDY).
Ventaneando, Viernes 27 de Julio de 2018.