
Periodista.
Ciudad de México, 20 de Octubre 2017.
El 15 de Octubre de 2017 falleció Don Gonzalo Martínez Corbalá, ocho meses después que su mujer, Tere Ulloa. Si esto fuera un obituario debería decir cosas como. . .

“GONZALO Toribio Martínez Corbalá (San Luis Potosí, 10 de marzo de 1928-Ciudad de México, 15 de octubre de 2017). Ingeniero Civil egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue Diputado, Senador, Presidente del PRI en el Distrito Federal, Director General del INFONAVIT, Director General del ISSSTE, Presidente del Consejo Mundial por la Paz. Maestro de diversos personajes, entre ellos ex presidentes de la República. A su vez Martínez Corbalá se inició en la política bajo la tutela de Lázaro Cárdenas del Río.

“Fue Embajador en Cuba y en Chile. Le tocó vivir el golpe de estado contra Salvador Allende del 11 de septiembre de 1973 a manos de la Junta Militar comandada por Augusto Pinochet; protegió y dio asilo a innumerables ciudadanos chilenos. El poeta Pablo Neruda se negó a dejar su patria pese a la insistencia del gobierno mexicano de salvaguardar su integridad, una vez consumado el golpe. En 1992, Martínez Corbalá fue condecorado con la Orden al Mérito de Chile por la solidaridad demostrada con el pueblo en circunstancias políticas tan difíciles para esa nación”.
Pero esto no es un obituario. Esto es un pequeño pero honrado texto de cariño, de amor, de reconocimiento, íntimo pero que quiere ser público.

Todo mundo sabe que Don Gonzalo (a nadie le digo Don, a nadie trato de usted… excepto a Martínez Corbalá… y a mi abuelo) salvó a cientos, o a miles, de chilenos perseguidos por la barbarie desatada el 11 de septiembre de 1973. Aquí sólo quiero hacer un recuerdo emocionado y muy personal, sin pretensiones ecuménicas.
El golpe fue un martes. El viernes 14, con mi abuelo escondido cerca de la casa, entró un telefonazo. Contestó mi abuela. Yo estaba a su lado. Era Don Gonzalo. Dijo que estaba dura la situación. Que ofrecía a la familia protección en la Embajada de México. Mi abuelita… tan amorosa ella que merece una novela larga…, le preguntó que cómo podría estar segura de que era en efecto el embajador mexicano el que hacía tan generosa oferta. Don Gonzalo le pasó el teléfono al Negro Maurín (también merece novela), que corroboró la verdad de lo dicho.
Pasamos a buscar al Viejo Chelén y con mi adorada abuelita Nena entramos a la Embajada de México. Ahí conocí a Don Gonzalo.

La historia que sigue es muy larga. Él vino con nosotros en el cuarto viaje de asilados a México. Mostró su calidez y don de gentes en ese vuelo, platicando con cada uno de los asustados pasajeros… calmándonos… reconfortándonos… hablándonos de México. No regresó a Chile hasta que, en democracia, le confirieron la Orden al Mérito en 1992.
Pero dije que esto es personal. En México, fue Don Gonzalo un especial amigo de mi abuelo, y de tantos otros. De hecho colaboraron en varias investigaciones históricas al alimón.
Y yo, muchacho entonces de 14 años, me hice amigo… y lo sigo siendo… de Eniac, su hijo menor, gran músico, estupendo fomejen circunstancias políticas s14 años, me hice amigo…e tantos trosos asustados pasajeros…1973. Aqumiento, el golpe. En 199tógrafo y mejor amigo. Y también con Karen (que merece no una novela sino una catedral), con Toño, con Laurita, con Eduardo… Imposible resumir aquí los siguientes 40 años, pero puede decirse que Don Gonzalo estuvo siempre presente. He hecho una vida aquí: Karen, mis hijos Javiera y Alejandro… los que están y los que ya no están.

Tuve la fortuna de verlo hace menos de dos años, en una estupenda exposición de Eniac. Un señor en toda la extensión de la palabra. Agradable, varonil, culto, simpático, atractivo… aun en la silla de ruedas que lo transportaba. Me acerqué a abrazarlo. Le dije “soy Ricardo Chelén” y le planté un beso en la mejilla. Me dijo “¿qué es de Alejandro?”. Tuve que decirle que mi abuelo había muerto hace mucho. Puso carita de triste.
Así que ése es Don Gonzalo Martínez Corbalá para mí. No sólo salvó mi vida, y la de tantos, sino que me convirtió en mexicano y chileno, chileno y mexicano. Chilengo de pura cepa. Y a mucha honra… gracias a mi adorado Don Gonzalo no perdí un país… gané otro.
Salud por una vida plena. Besos a Tere. Besos a Cristina. Besos a Gonzalito. Besos a la tercera y a la cuarta generación. Y muchos besos fraternales a mi hermano Eniac.
Lloro. Estoy llorando. Pero por la inmensa fortuna de haberlo conocido. Don Gonzalo. Usted ha puesto en un lugar insuperable no sólo a la diplomacia mexicana, sino a la valentía de los hombres y las mujeres de bien. De aquí, de allá y de acullá.
¡Cómo nos hacen falta personas de su talla. Aquí, allá y acullá!
* Tomado de la revista trimestral
‘La Pluma del Ganso’, No. 101.
Año XXI; Literatura y Artes.
Septiembre a Diciembre 2017.
Ventaneando, Lunes 12 de Febrero de 2018.