En Estado de Gracia
CENTRO de gravedad de la vieja Antequera, el ex convento de Santo Domingo de Guzmán se enseñorea sobre la nueva Oaxaca de Juárez. Al lado de templos y palacios coloniales, el armazón urbano de esta ciudad se sucede casi imperceptible: copas de árboles floridos, modernas colonias, lindes del valle. Dicen que el aire transparente y luminoso que flota en todas partes estimula la creación. Y es que Oaxaca congrega el arte, la cultura, los sentidos y el espíritu.
Gracias a su herencia indígena y española, la ciudad de Oaxaca se ha ganado el título de Patrimonio de la Humanidad: el dorado interior del templo de Santo Domingo; el tesoro de la Tumba VII de Monte Albán, expuesto en el convento anexo que alberga el Museo de las Culturas de Oaxaca; la colección de arte prehispánico del Museo Tamayo; la catedral, las iglesias de La Soledad, de La Compañía, de La Sangre de Cristo; los nobles edificios del Andador Turístico y ese museo vivo que representa el Mercado Juárez son algunas de las maravillas que no terminan donde acaba la ciudad.
Monte Albán. Considerado uno de los asentamientos más antiguos de Mesoamérica, Monte Albán se ubica en una meseta a lo largo de la cresta de un cerro. Sus épocas constructivas entretejen la historia de las culturas mixteca y zapoteca, dominantes en la región. El centro ceremonial ordena plazas, adoratorios, palacios, templos, tumbas y un observatorio astronómico, conformando un conjunto urbano muy equilibrado en sus proporciones y disposición.
Deténgase en el centro de la explanada y observe el conjunto a su alrededor. Pocos lugares en Mesoamérica transmiten mejor que éste la sensación de lo que debe haber sido la vida en la época prehispánica.
Cuilapan. Su nombre significa “río pintado” en náhuatl y se apellida “de Guerrero”, en honor al patriota que pasó sus últimos días en una diminuta celda del entonces convento (Vicente Guerrero Saldaña), antes de ser fusilado a las afueras del mismo.
La construcción dominica es la segunda casa de la orden en la provincia y el mayor atractivo de esta pequeña población a 14 kilómetros de Oaxaca. Posee una original capilla abierta y en el interior del templo se conservan pinturas de Andrés de la Concha, artista español que estuvo activo en México entre 1575 y 1612.
Ocotlán y la ruta artesana. Conviene elegir un viernes para realizar la visita a Ocotlán de Morelos, día en que, en torno al templo parroquial, se instala un pintoresco mercado que atrae a compradores y vendedores procedentes de villas lejanas, y que muestra, entre frutas y hortalizas, la mejor artesanía del Estado.
Para observar a los artesanos en su trabajo existen tres paradas dentro de la misma ruta. Santo Tomás Jalieza es conocido por sus telares de cintura, mientras que el pueblo vecino de San Martín Tilcajere se dedica a la talla en madera de alebrijes, seres fantásticos de infinitas formas y colores.
Por su parte, en San Bartolo Coyotepec se produce excelente alfarería en barro negro, artesanía típica oaxaqueña. En los años cincuenta, doña Rosa Real descubrió cómo se podía dar brillo al barro puliéndolo con un cuarzo. Desde entonces, casi todo San Bartolo se dedica a producir una cerámica ornamental muy cotizada dentro y fuera de México.
El Tule. A 12 kilómetros de Oaxaca y por la ruta a Mitla, nos encontramos con Santa María del Tule, tranquila villa nacida alrededor de un enorme árbol de aproximadamente dos mil años de antigüedad, que alcanza los 40 metros de altura y los 48 de perímetro. A su sombra se pueden cobijar más de 500 personas y se necesitan más de 30 tomadas de las manos para rodearlo. Este ahuehuete, sagrado para los pueblos prehispánicos, ha ido moldeando en su tronco caprichosas figuras que provocan a la imaginación.
Dainzú, Lambityeco, Yagul y Mitla. Unidos por la misma carretera podemos visitar cuatro yacimientos arqueológicos surgidos tras la decadencia de Monte Albán. En Dainzú destacan los bajorrelieves en roca de varios jugadores de pelota. Lambityeco, que basaba su economía en el comercio de sal, atesora valiosos mascarones de estuco, como los que adornan la Tumba VI del señor 8 Muerte y su esposa 5 Caña, o como el que representa a Cocijo, dios de las tormentas.
De Yagul, merece especial atención su cancha del juego de pelota, la segunda más grande de Mesoamérica.
Capital religiosa de los zapotecas y mausoleo de sus reyes, Mitla posee elementos de origen mixteco. El Palacio de las Columnas y el Cuadrángulo A son los edificios más notables, cuya decoración de grecas a base de mosaicos supuso la utilización de 100 mil piezas de piedra.
Tlacolula. El domingo es día de mercado y el de mayor afluencia de visitantes. Tlacolula cuenta además con un atractivo que hace gratificante su visita: la capilla del Señor Crucificado. El barroco novohispano se alía al horror vacui indígena para llenar con filigranas de madera y estuco hasta el último espacio disponible de la nave. Con todo, las características peculiares de la capilla son la representación de los santos en el momento de su martirio y la sugestiva atmósfera de éxtasis que en ella se respira.
Hierve el agua. Como salidas de un sueño, dos cascadas petrificadas se precipitan en una caída inmóvil desde cantiles de 50 metros de altura, creando una imagen asombrosa. Hace miles de años fueron formadas por escurrimientos de agua carbonatada y hoy se aprovechan como balneario natural, dada la temperatura templada de sus aguas. Su color blanco las hace contrastar aún más con el árido paisaje circundante.
La Sierra Norte. A menos de una hora de la capital, el verde señorial de los bosques de coníferas domina un horizonte quebrado por las aristas de la sierra. Esta tierra vio nacer a Benito Juárez, presidente de México. De niño apacentó ovejas junto a la laguna de su natal Guelatao, y en Ixtlán de Juárez, en el templo de Santo Tomás, de bellos retablos coloniales, se conserva la pila en que fue bautizado.
Más allá de los recuerdos históricos, la rica naturaleza del municipio invita a los amantes del ecoturismo a descubrir una fauna y flora excepcionalmente conservadas.
La Mixteca. La labor evangelizadora de los dominicos legó a la región de la Mixteca una serie de conventos cuya grandeza se equipara a su valor artístico. El más sobresaliente es el de Teposcolula, donde se levanta un admirable conjunto religioso en torno a la capilla abierta. Yanhuitlán y Coixtlahuaca esconden tras las fachadas de un estilo renacentista la amplitud de naves inmensas que debieron impresionar a los primeros indígenas cristianizados.
A 15 kilómetros de Coixtlahuaca el pueblo de San Miguel Tequistepec tiene un templo dominico, aunque los turistas llegan atraídos por las pinturas rupestres y por la joya de la colección de su museo municipal: un códice que narra la genealogía e historia del pueblo chocholteca. Al contemplarlo es inevitable sentir la vena de un territorio fabuloso que sabe atesorar como pocos lugares la esencia cultural y mística de México.
De vuelta en Oaxaca, a la sombra de los arcos y las frondas de los árboles de la Alameda de León, tomamos un café y recapitulamos sobre las posibilidades de una región de México que ofrece más lugares de interés que países enteros.
(Periodista. Realiza reportajes y fotografías para diversas publicaciones sobre antropología, naturaleza y viajes).
* Tomado de “Escala”, Revista a Bordo de
Aerovías de México, SA de CV (Aeroméxico)
Año XIII, No. 156; Mes de Julio de 2002.
Ventaneando, Reynosa, Martes 18 de Abril de 2023.