+Desaparece el recuerdo de los marinos petroleros que perdieron la vida en la II Guerra Mundial.
“El gobierno sólo nos usa de adorno cada
Día de la Marina”: Modesto García Flores.
EL 13 de mayo de 1942 los tripulantes del buque petrolero “Potrero del Llano” vivieron la angustia que deriva de la tragedia. No todos, pues catorce de ellos fallecieron sin saber tal vez lo que estaba ocurriendo.
El torpedo de un ‘lobo’, es decir, de un submarino alemán, hizo blanco perfecto en la estructura de la nave, que más tarde sería tragada por el mar, (igual que les ocurrió a otros navíos petroleros).
En el 2004, sesenta y dos años después, un sobreviviente de estos hundimientos recordó con tristeza y cierta dosis de enojo uno de los acontecimientos más importantes en la historia de la Marina Mercante Nacional, un suceso que forzó el ingreso de nuestro país a la Segunda Guerra Mundial.
Más de medio siglo después los marinos de los buques petroleros “Potrero del Llano”, “Faja de Oro”, “Tuxpan”, “Choapas”, “Amatlán” y “Oaxaca”, quienes grabaron sus nombres en la historia nacional, partieron para siempre…, y casi todos quedaron en el olvido.
Modesto García Flores, sobreviviente del “Amatlán”, dice:
“No nos recuerdan. Muchos jóvenes ni siquiera conocen ese pasaje de la historia… La ayuda económica que prometió el gobierno nunca llegó. Solo nos usaban de adorno el Día de la Marina. Cada 1 de junio vienen en un carro por mí, me llevan a la ceremonia y me regresan, pero de pensión… ¡nada! Y eso que los torpedeados fuimos los selectos, los de primera clase, a los que se nos reconoció como héroes”.
Han transcurrido casi 80 años desde aquel agosto de 1945, cuando las bombas atómicas destruyeron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, matando a 165 mil seres humanos, dando a conocer al mundo la magnitud que puede alcanzar el terror de la guerra.
Hace ocho décadas terminó el segundo holocausto que dejó 55 millones de muertos y heridas que jamás sanarán. Y pensar que el planeta se convulsionó por la locura de un hombre prototipo de la mente más despiadada y enferma.
Desafortunadamente, México pese a su posición neutral fue orillado o quizás presionado para involucrarse en el conflicto bélico. Todavía resuenan las versiones de que los submarinos que dispararon contra nuestros buques no eran alemanes, sino estadounidenses. México, por su petróleo y sus naves, era un aliado conveniente para el vecino del norte y había que propiciar su entrada a la guerra. Pero esto jamás será comprobado.
“Ratificamos que fueron alemanes”, dice Modesto García Flores, uno de los dos únicos marinos que han vencido el paso del tiempo de aquella lista de 141 que sobrevivieron a los torpedos teutones. “La capacidad de los alemanes ha sido muy buena como marinos, como técnicos, como guerreros”.
La muerte de los marinos mexicanos obligó al presidente de la República, Manuel Ávila Camacho, a declarar la guerra al Eje Berlín-Roma-Tokio e integrarse a los aliados.
Para otros países los marinos mexicanos muertos solo son más números en las estadísticas de la guerra. Sin embargo, para nuestro pueblo son ejemplo de determinación y respeto al cumplimiento del deber. Después de conocer la suerte del “Potrero del Llano”, los siguientes en la lista para transportar petróleo hacia Estados Unidos tuvieron siempre en la mente la muy alta posibilidad de morir. Pero debían cumplir con el deber, temiendo no regresar y algunos nunca volvieron.
El 7 de diciembre de 1941 la aviación japonesa atacó en forma sorpresiva la base norteamericana de Pearl Harbor, en Hawai, y con este hecho el gobierno estadounidense tuvo la justificación o el pretexto para convertirse en el nuevo protagonista poderoso que de inmediato demandó nuestros servicios.
Desde ese 7 de diciembre el combate en el mar ocasionó desvelos de los estrategas militares. Defender costas y puertos era vital, pero también mantener los canales de abastecimiento de insumos y combustibles a salvo de la oleada submarina alemana.
México, aún como país neutral, debía cumplir con compromisos de exportación de combustibles diversos hacia Estados Unidos. Fue así como después de incautar buques extranjeros (de Italia y Alemania), de acuerdo a lo estipulado en el Acta de Ankara, integró una flota para abastecer a Estados Unidos.
Fue así como los buques-tanque mexicanos iniciaron sus travesías por el Golfo y el Atlántico, en un mar cada noche iluminada por las llamas de los barcos torpedeados.
Eran las 23:30 horas del 13 de mayo de 1942 cuando el “Potrero del Llano” fue herido de muerte. Los cadáveres de los catorce marinos que perecieron al instante jamás fueron rescatados de las agitadas aguas, porque el impacto y la explosión del torpedo los desintegró.
Antonio Casillas Palomares(+), quien se desempeñaba como fogonero de limpieza de la nave, dijo alguna vez a este reportero: “En ese momento todo fue caos y horror. Los que pudieron dejaron cabinas y camarotes y se lanzaron al mar; otros tal vez no supieron lo que pasó y de un segundo a otro ya no existían”.
Una semana después del hundimiento del “Potrero del Llano” tocó el turno al “Faja de Oro”. En sus memorias el teniente Manuel Chavoya Saavedra(+), miembro de la tripulación del buque-tanque, refiere: “Eran las 20 horas con10 minutos cuando el barco fue alcanzado en la proa por un torpedo alemán. Los tripulantes que sobrevivimos al impacto experimentamos el dolor de la tragedia al ver morir casi instantáneamente a la mayor parte de nuestros compañeros”.
Hoy Manuel Chavoya descansa en paz, recordado y querido por muchos, aunque su nombre y el de sus compañeros no sean conocidos por las nuevas generaciones. Todavía en vida el teniente Chavoya relató que en medio de la tragedia se dibujó un momento de esperanza y alegría. Fue cuando llegaron a puerto, después de ser rescatados por la Guardia Costera de los Estados Unidos, y ya en un hospital de Miami se enteraron de que el billete de lotería número 8526 había resultado premiado –en México, por supuesto–, y otro de los tripulantes, Amílcar Carrascosa(+), había conservado dos cachitos.
En el caso del buque-tanque “Tuxpan”, hubo una señal previa que provocó el nerviosismo de los marineros. Eran las 6:00 de la tarde del 26 de junio de 1942 cuando el tripulante Joaquín Ojeda Zapata(+) avistó, entre las primeras sombras del ocaso, un objeto grande y oscuro cerca de la playa. A los pocos minutos se perdió el contacto visual. Eran pasadas las 11 de la noche cuando su temor se hizo realidad en la forma de un torpedo, que impactó casi al centro del casco del “Tuxpan”.
Los que quedaron vivos todavía no se reponían del miedo y la confusión cuando fueron testigos del momento preciso en que el “Choapas”, que navegaba cerca de ellos, fue torpedeado quizá por el mismo submarino.
Carlos Aguirre Morteo(+), conservó hasta la muerte en su espalda las huellas del gran incendio que acompañó a la explosión de la nave.
El 27 de julio de 1942, la flota petrolera perdió al “Oaxaca” y a gran parte de su tripulación. Y así se fueron a pique los demás.
El 4 de septiembre a las 11 de la noche un torpedo ‘acústico’ alcanzó al buque “Amatlán”, exactamente en la propela e hizo volar la popa. Modesto García Flores recuerda:
“Los avistamos antes de que nos dispararan. Nos preguntaron con el código de luces que se utiliza en la navegación marítima porqué estábamos abasteciendo a un enemigo de Alemania. Que estábamos en zona de guerra. El Golfo de México era zona de guerra. El torpedo ‘acústico’ siguió el ruido de la propela porque no toda entraba al agua. Vino el impacto y enseguida el caos. Cinco de nuestros compañeros murieron al instante. El resto, no me acuerdo ya cuántos éramos, corrimos a los botes salvavidas. Muchas horas después dimos el playazo en Soto la Marina y hasta ahí llegaron a auxiliarnos soldados mexicanos, bajo el mando de un general de apellidos Bello Santana.
“Hay una cosa importante”, agregó el sobreviviente, “la ingratitud del gobierno ha sido manifiesta; no nos dieron si un centavo, nada de nada… Sólo quince días de vacaciones después del hundimiento”.
–Tengo entendido que les entregaron una medalla, señala el reportero, a lo que García Flores replicó:
“Es de plata. Originalmente, se nos dijo que por decreto presidencial del 2 de agosto de 1946 se nos entregarían de oro, de 18 kilates… Una mentira más, pues resultaron de plata”.
El reportero tuvo la oportunidad de conocer los testimonios de varios de los otros sobrevivientes de guerra –ahora ya fallecidos–, cuando se cumplió medio siglo de los hundimientos. Todos, absolutamente todos, tenían la esperanza de que algún día el gobierno federal les haría justicia y reconocería el papel que jugaron en la Segunda Guerra Mundial, navegando buques-tanque que eran presa codiciada para los submarinos alemanes, los ‘lobos’, que merodeaban la costa este de los Estados Unidos y el Golfo de México.
Hoy en día, todos los mencionados en ese reportaje están muertos y nunca les llegó lo que tanto esperaron, ser inmortalizados y honrados por su servicio a la patria.
Por eso, uno de los dos únicos que sobreviven –el entrevistado Modesto García Flores–, sentencia:
“Al gobierno no le conviene que se recuerde este capítulo de la historia, por las fallas y las injusticias que se han cometido con nosotros, por la ingratitud de todos los gobernantes…”
Don Modesto tenía 83 años al momento en que se le entrevistó, en octubre de 2004. Sobrevivía junto a su esposa con una pensión de $9,000 mensuales, otorgada por ser jubilado de Pemex. No fue indemnizado como marino de guerra y mucho menos como héroe.
Paradójicamente, la mayor de sus hijas residía en Alemania, el origen geopolítico de la Segunda Guerra Mundial, causada por el afán de conquistador de Adolfo Hitler. También allá viven una nieta y una bisnieta suyas, e indicó: “Alemania es un país que valora mucha a las mujeres”.
Mientras él, acá en México –país al que sirvió como trabajador y marino en tiempos de guerra–, ve cómo aquel trágico año de 1942 empieza a difuminarse, a desaparecer, en el acervo histórico nacional.
* Tomado de la revista quincenal
“La Información”/Periodismo de Precisión.
Tampico, Año I, No. 1; 18 Octubre 2004.
Ventaneando, Lunes 26 de Abril de 2021.