Articulista.
FONDO Y FORMA
La voz del presidente se erigió por encima de
las opiniones que habían controlado los
micrófonos por los últimos 30 años.
EL Presidente López Obrador hizo un compromiso con el pueblo de México durante la campaña: dar la cara a la nación a través de conferencias diarias cada mañana, así como lo había hecho cuando fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
Este ejercicio en principio le ganó al Presidente el respeto de toda la nación. Sin embargo, y sobre todo, pasó por encima de los noticieros de la mañana en cuanto a rating se refiere. De hecho las mañaneras siguen por encima de noticieros de talla nacional.
La voz del Presidente se erigió por encima de las opiniones de tendencia derechista que habían controlado los micrófonos por los últimos 30 años. Sin embargo, como gota que quiebra la roca, las mañaneras se están convirtiendo en fertilizante que abona las críticas contra el mismo gobierno federal.
En estas entrevistas queda evidente que hay una falta extrema de comunicación entre el Presidente y sus colaboradores del gabinete. Los desmentidos en ambos sentidos han ocasionado que la gente que analiza seriamente el funcionamiento del gobierno ponga en duda su eficiencia administrativa y operativa.
Por este motivo son cada vez más las voces que sugieren deben parar estas conferencias mañaneras y trasladarlas a una vez a la semana y hasta una vez al mes, según sugieren algunos. Incluso al llamado hacia el Banco de México para que baje las tasas de interés interbancarias que hoy se ostentan como de las tasas más altas del mundo, la respuesta ha sido trágica, por decir lo menos.
“La percepción de riesgo de parte de los inversionistas ha crecido con las declaraciones del Presidente. Por lo tanto debemos mantener las tasas altas para que no haya un desplome del peso”, dijo el Banco central en un comunicado. Y esto se debe a que mientras el Presidente en lo corto da certidumbre a los empresarios e inversionistas, luego en las mañaneras apunta sus cañones en un sentido opuesto.
Ahora bien, el Presidente debe entender que hay tres grandes diferencias entre las mañaneras cuando fue Jefe de Gobierno a cuando ya es Presidente de la Nación. Primero, cuando era Jefe de Gobierno su discurso estaba encaminado a la comodidad de ser oposición y criticar al gobierno federal. Segundo, los problemas de la ciudad de México no tenían el calibre y la repercusión de los problemas a escala nacional. Y tercero, el gobierno terriblemente fallido de Vicente Fox entregaba reflectores naturales al actual Presidente para lucirse cada mañana y hasta incluso marcar las pautas políticas de la nación.
Pero las mañaneras no solo cargan en sí el desnudo de un gobierno que parece estar hecho bolas. No solo han servido para desnudar la falta de pericia de varios secretarios de Estado, o para mostrar un Presidente que evade preguntas, que se contradice y hasta luce sumamente cansado.
Las mañaneras son un ejercicio demasiado desgastante para los colaboradores del Presidente que en lugar de dedicar tiempo y esfuerzos para atender los asuntos apremiantes del gobierno, deben levantarse muy temprano, informarse de los asuntos de la nación y luego salir a trabajar.
Está bien que el Presidente de la cara, nadie le critica eso; de hecho es una muestra de lo que debe ser el político comprometido. López Obrador ya no tiene una cita electoral como la tenía cuando fue Jefe de Gobierno. Hoy su cita es con la historia de una nación. Y para lograr la 4T se debe trabajar más de lo que se habla, se debe organizar un gobierno que tiene muy poco tiempo para apuntalar los cambios que el pueblo demanda.
Las mañaneras solo han servido para dos cosas: para bajar el rating de los noticieros y para mostrar un gobierno carente de organización y eficiencia. Cuando en realidad hay muchas cosas que han cambiado para bien, pero las mañaneras han impedido cacarear el huevo como es debido.
* Tomado de El Mañana.
Reynosa, Lunes 20 de Mayo 2019.
Ventaneando, Viernes 24 de Mayo de 2019.