LA sala de espera está repleta de jóvenes bellezas de largas caballeras y cuerpos esbeltos, impecablemente vestidas y maquilladas. Un intenso olor a perfume invade el ambiente. Morenas, castañas y rubias aguardan pacientemente su turno en pasarela.
El espejo en el que quisieran mirarse las jóvenes que sueñan con la corona de reina de belleza se llama Irene Sáez, de 38 años, Miss Universo en 1981 y ex candidata a la presidencia de Venezuela.
La gran popularidad y la exitosa carrera de Irene Sáez ha revalorizado, si cabe, la imagen de las misses en Venezuela, y en todo el mundo. Desde 1992 es la alcaldesa de Chacao, un municipio de Caracas que en estos años ha cambiado su fisonomía.
Mayor seguridad, calles limpias y asfaltadas, fachadas renovadas, aumento y mejora de los parques públicos, son algunos de los logros de la gestión de la alcaldesa. Celosa de su imagen, la alcaldesa recorre en bicicleta junto a sus guardias municipales las calles de “Irenelandia”, como ya se conoce Chacao.
“El haber sido Miss Venezuela y luego Miss Universo fue un primer paso para que la gente me conociera. El éxito no es una circunstancia, es un logro a base de mucho trabajo, mucho entusiasmo y mucha dedicación”, ha comentado Sáez.
Marena Bencomo, de 25 años, finalista del Miss Venezuela 1996, está dispuesta, a mediano plazo, a seguir los pasos de Irene Sáez y hacer una incursión en la política. Es la gerente de relaciones públicas de una compañía aérea y conduce un programa de televisión.
Venezuela ha destacado como ningún otro país en el panorama mundial de las últimas décadas –claro, después de los Estados Unidos–, por la belleza de sus mujeres. Desde 1979 ha tenido cinco Miss Mundo y cuatro Miss Universo, lo que significa el 22% de las coronas.
La fiesta que rodea el concurso Miss Venezuela, que se celebra en septiembre, es “el evento”. El país se paraliza, se hacen apuestas sobre la ganadora y todos los medios de comunicación le dedican amplios espacios desde varios días antes.
“Ser reina de belleza es una responsabilidad muy grande”, dice Bárbara Palacios, de 35 años, Miss Universo 1986, “porque en Venezuela la elección es tan importante como la del Presidente de la República”. Hoy es una ejecutiva que vive entre Nueva York y Caracas.
Hay estados de Venezuela que tienen una particular obsesión por los concursos de belleza: Zulia, Aragua y Carabobo. No hay día que el diario Panorama de Maracaibo (Zulia) no saque a una reina de algo; la reina de la playa El Cocotero, la reina de los toros coleados de San Rafael del Mojal, la reina de los hospitales de caridad.
“Los padres preparan a sus hijas, desde muy chiquitas, para ser reinas de belleza. Es todo un espectáculo”, ha dicho el antropólogo Alexander Luzardo.
Cada escuela, universidad, barrio elige a su miss, así como los distintos sectores profesionales, bancos, empresas de seguros, policía, fuerzas armadas, compañías petroleras. El Ministerio de Transporte y Comunicaciones emitió en 1998 una serie especial de sellos de correos bajo el lema: “Venezuela, el país de la belleza”, con la imagen de las once misses de mayor impacto internacional.
Este fenómeno social en Venezuela, sólo comparable al futbol en Brasil, se debe en buena parte a una organización que mueve millones de dólares y que ha sido puesta en pie por su alma máter, el cubano hijo de gallego Osmel Souza. Su amplia red de ojeadores busca a las posibles candidatas en concursos locales, centros comerciales, agencias de modelos, playas y fiestas.
Una a una las aspirantes que cumplen los requisitos del concurso (solteras, entre 17 y 24 años, 1.72 de estatura mínima y 54 kilos), pasan por los dominios de Souza. “La cirugía entra si hace falta. Si vemos en cámara que una niña bonita tiene una nariz un poco torcida o una punta gruesa, se la quitamos. Si hay que hacer el busto, se hace. Quedan fabulosas”, ha comentado Souza.
Se dice que la espectacular y exuberante Veruska Ramírez, Miss Venezuela 1998, causó sensación en el Carnaval de Río, donde encabezó el desfile de una escuela de samba. Antes del concurso era muy delgadita. Ya como ganadora –transformada vía cirugía plástica–, pesaba 57 kilos, y le salieron contratos en Alemania, Australia y Milán como modelo de pasarela y para fotografía.
Alicia Machado, Miss Universo 1996, protagonizó un escándalo periodístico al aumentar de peso, en contra de lo que establecen las normas. El presidente de la organización, Donald Trump, convocó a la prensa gráfica en Los Angeles, que agarró por sorpresa a una Machado sudando en un gimnasio para adelgazar.
Furiosa, la reina de belleza empezó a engordar más –hasta quince kilos–, lo que le valió ser calificada como la miss rebelde. “La rebeldía con causa no es ningún insulto para mí, sino todo lo contrario”, decía la ahora actriz de telenovelas.
* Tomado de ‘Revista de Revistas’.
Publicación mensual de “Excélsior”.
No. 4487, Abril del 2000.
Ventaneando, Martes 11 de Abril de 2023.