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Es Necesaria hoy más que Nunca
Investigador del Campo Experimental de Río Bravo considera imprescindible su inclusión en los paquetes tecnológicos de temporal, como una medida para revertir el deterioro de los suelos y para aprovechar mejor la humedad disponible.
INCLUIR dentro de los paquetes tecnológicos la labranza de conservación, en opinión del doctor Martín Espinosa Ramírez, favorecería mucho a la adopción de tal sistema por los productores agrícolas regionales. Y precisó: “Es a través de ella como se puede conservar mejor la humedad en las áreas de temporal”.
Actualmente, señaló, esta técnica no es una actividad sujeta a apoyos oficiales ni forma parte de los programas de aseguramiento, lo cual limita las posibilidades de que pueda ser instalada por las personas interesadas en desarrollarla.
“Pero la labranza de conservación debe ser vista como un método alternativo eficaz para las áreas de temporal, ya que es donde se tiene la necesidad de captar una mayor humedad para poder tener un buen inicio y desarrollo del ciclo agrícola”, explicó el informante.
Investigador del Campo Experimental de Río Bravo (CERIB), el doctor Espinosa Ramírez agregó que algunos productores de la región le han manifestado la necesidad de que las autoridades agrícolas tomen cartas en el asunto.
Manifestó que entre las ventajas que traería la inclusión de la labranza de conservación en los paquetes tecnológicos figuraría, de entrada, la reducción en un 15%, como mínimo, de los costos de preparación de suelos. Además, habría una notable captación y conservación de humedad, lo que se traduciría en un mejor y mayor rendimiento de los cultivos por hectárea.
El científico consideró que es imperativa la suma de esfuerzos entre dichas autoridades y los organismos de productores, para que juntos hagan un planteamiento sobre la adopción de esta técnica al Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP). El resultado será que, con base en la información disponible al respecto, se genere un paquete tecnológico que contenga el método en cuestión.
Añadió que, desde su perspectiva, los hombres del campo podrán disponer de un sistema de labranza más económico, amén de tener la posibilidad de obtener ahorros importantes en la compra de insumos, como el diesel y, sobre todo, la reducción del uso de maquinaria para favorecer la captación de humedad.
PRIMEROS RESULTADOS A TRES AÑOS
De acuerdo con las investigaciones realizadas a la fecha, indicó el entrevistado, lo más recomendable bajo un sistema de labranza de conservación en temporal es realizar durante el año previo o anterior una última actividad profunda mediante el uso del subsuelo. Luego, el trabajo deberá enfocarse a conservar los residuos de cosecha sobre la superficie, para así preservar la humedad. Textualmente el experto asentó:
“Los resultados adicionales se podrán observar en un plazo no mayor de tres años, período dentro del cual algunas propiedades físicas del suelo se empiezan a mejorar. Tal es el caso de la porosidad y la capacidad de infiltración”.
A renglón seguido Espinosa Ramírez detalló:
“En un lapso de tiempo más largo, digamos de unos cinco años, se aprecia cómo los niveles de fertilidad se enriquecen por el aumento en el contenido de materia orgánica. Este es un factor muy importante que los agricultores deben considerar, ya que nuestros estudios indican que el 70% de los suelos de temporal tienen una pobre captación de materia orgánica”.
Con base en lo anterior, el investigador aconseja a los sembradores que ya utilizan el subsuelo traten de migrar a la labranza de conservación. Y, como se anotó, para eso deben utilizar los residuos de cosecha sobre la superficie de terreno e ir reformando el sistema de labranza.
El proceso recomendable es pasar del sistema tradicional de bordeo a uno denominado “camas permanentes”, de 1.60 metros de ancho, que contribuye a incrementar el contenido orgánico de la tierra.
TRES PRINCIPIOS BASICOS DEL SISTEMA
En la extensa entrevista, el Dr. Martín Espinosa Ramírez consideró prudente hacer hincapie que la agricultura de conservación se sustenta en tres principios básicos.
Su exposición al respecto la hizo en estos términos:
“El primero está relacionado con la reducción de la labranza, con el propósito de determinar el nivel adecuado para cada tipo de cultivo en los diferentes sistemas de producción. El segundo principio tiene qué ver con la retención de los niveles de paja (residuos de cosecha), en la superficie del suelo; esto a efecto de aminorar la erosión, incrementar la infiltración y mejorar los niveles de materia orgánica para una producción sustentable. Y el tercero y último de los principios se halla encaminado al uso de rotaciones de cultivos, diversificados y rentables”.
Un aspecto sobresaliente en la conversación sostenida con el investigador del CERIB fue el relacionado con la maleza que emerge a raíz de la captación de humedad. Se puede controlar, apuntó, mediante el uso de herbicidas específicos y económicos, sin necesidad de manejar un rastreo excesivo.
También hizo referencia a la necesidad de utilizar una sembradora especial, para lo cual se pueden modificar algunas de las que existen mediante la incorporación de aditamentos que permiten abrir solamente la línea de siembra. En caso de que exista una gran cantidad de residuos de cosecha sobre el terreno, será necesario abrir la superficie con un disco a fin de depositar la semilla a una profundidad que le permita aprovechar la humedad disponible, la cual, a decir verdad, bajo este sistema se localizará a flor de tierra.
MIGRACIÓN AL SISTEMA SEGÚN HECTÁREAS
En relación a los cultivos que mejor se adaptan a la labranza de conservación, el Dr. Espinosa Ramírez no dudó en decir que el sorgo es uno de ellos. Por eso, subrayó, es factible emplear las sembradoras que tienen en servicio los agricultores regionales o bien tratar de conseguir un equipo a través de las organizaciones de productores para que puedan hacerse los trabajos requeridos.
Por las experiencias acumuladas, dijo también, la mejor manera de adoptar este método por los labriegos interesados es llevarlo a cabo poco a poco, para después hacerlo extensivo.
“El cambio de sistema –expuso–, debe ser proporcional. Es decir, si un productor tiene 100 hectáreas, lo recomendable es que al menos cambie diez de ellas. De otra parte, el que sea propietario de 20 hectáreas que se ponga como meta cambiar entre una y 5; o el que sólo posea 10 que trate de habilitar por lo menos en una hectárea la labranza de conservación”.
Finalmente, el científico e investigador puntualizó que el Centro Experimental de Río Bravo cuenta con especialistas de amplia experiencia en el control de malezas y plagas, al igual que en los trabajos de siembra. Todos ellos están en la mejor disposición de colaborar con los productores comarcanos, ya sea en forma individual o por conducto de las agrupaciones de productores, a efecto de orientarlos y asesorarlos sobre las técnicas más adecuadas para la mejoría de sus sembradíos.
“Y en particular –matizó el doctor Espinosa Ramírez–, para ayudarles a hacer más rentables sus tierras con la adopción del sistema de labranza de conservación en las áreas de temporal”.
(Editado)
*Tomado de la revista “Cultivando”,
Conocimiento que genera valor al campo;
No. 45, Noviembre-Diciembre 2017.
Viernes 27 de Abril de 2018.