GOBERNAR Tamaulipas es la tarea más compleja que puede haber, porque es una entidad con culturas, costumbres y problemas muy diferentes que exigen inteligencia, sabiduría y mucho oficio para resolverlos.
El tema de la inseguridad es quizás el más difícil de atender, porque se necesita de la colaboración de los tres niveles de gobierno a través de una estrategia integral, en donde la ayuda de la ciudadanía es fundamental. Desde hace casi tres décadas el tema ha estado suelto. Los gobiernos han sido omisos; por eso su descomposición es evidente.
Con Manuel Cavazos Lerma, el poder del narco se metió al poder público; con Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, se dejó hacer, y se dejó pasar. Hoy los poderes fácticos tienen de rehén al Estado y a toda la sociedad, a pesar de que en este sexenio los índices de violencia en caminos y carreteras disminuyeron.
La inversión extranjera se desplomó por causa de la inseguridad, y los capitales que daban empleo y vida económica al Estado, se tuvieron que ir cuando vieron que no había garantías para operar. Los niveles educativos también se vinieron abajo. Tamaulipas ocupa los últimos lugares en investigación y ciencia, según los reportes de la Secretaría de Educación y el Conacyt.
En servicios públicos, de acuerdo al INEGI, solo el sur ha mostrado crecimiento y mejoras en urbanismo. El resto de las regiones del Estado tiene retrasos y rezagos de treinta años.
En el ámbito político también existe un desfasamiento terrible. Con Manuel Cavazos Lerma se rompieron los equilibrios y contrapesos políticos en el gobierno. El grupo Matamoros mantuvo una hegemonía que se afianzó con Tomás Yarrington, los grupos se polarizaron y se rompió la convivencia entre ellos. La experiencia actual con el grupo Reynosa obliga a quien sea el próximo titular del gobierno a ser incluyente y abrir espacios de participación para todos.
Si no ocurre eso, difícilmente llegarán los cambios que la gente reclama, más si la bandera que ronda y ondea es la de la Cuarta Transformación.
Tamaulipas necesita reinventarse y renovarse en todos los sentidos. La confederación de ciudades que tiene, requiere de un gobierno que promueva la integración y la reconciliación entre todos. Que los habitantes de Nuevo Laredo interactúen con los de Madero; que los de Reynosa y Matamoros lo hagan con los de Tampico y Altamira, y que los de Soto la Marina se vinculen con los del altiplano o con la zona cañera del suroeste del Estado.
Los nuevos tiempos también reclaman liderazgos jóvenes en lo político y en el mundo empresarial. Que la ciudadanía despierte y las organizaciones de la sociedad pongan en la agenda pública los problemas y sus posibles soluciones.
Tamaulipas no puede seguir siendo la entidad de la nota roja o la cuna de los escándalos políticos y de corrupción. Tampoco puede ser visto como un botín sexenal por los partidos o los grupos. Quien llegue al gobierno en el 2022, sea del partido que sea, está obligado a provocar un sismo que derribe las viejas estructuras y ponga los cimientos de una entidad moderna que compita con el resto del país.
En el ranking nacional estamos en los últimos lugares en todo, y esto es culpa de los malos gobiernos que han llegado al poder y que la gente ha tolerado. Es un Estado problema, sí, pero hay remedios para curarlo. Todo es cuestión de voluntad y que los buenos oficios de los gobernantes se vean. No está fácil.
* Tomado del periódico “El Mañana”.
Reynosa, Miércoles 17 Noviembre 2021.
Ventaneando, Viernes 3 de Diciembre de 2021.