(TEXTO DE HACE 23 AÑOS)
ROBOTS QUE NOS PERMITIRÁN VIVIR MEJOR
Serviciales y desinteresados, no se cansan ni enferman y, para colmo, no cobran. La industria los utiliza desde hace años y, dentro de poco, serán uno más de la familia, aunque sólo sea como asistente doméstico.
TALOS, fabricado por Hefestos, dios griego del fuego y los metales, estaba hecho de bronce y vigilaba la isla de Creta. Repelía a los invasores lanzando rocas contra sus barcos. Este ser aparece en un episodio de Jasón y los argonautas de la mitología griega y es la primera referencia histórica de un robot, pero según la Enciclopedia Británica hay que remontarse al 3000 a.C. para encontrar el primer antepasado: la clepsydra (reloj de agua egipcio autoalimentado a partir del principio físico del sifón).
La historia también habla del león mecánico que Leonardo da Vinci construyó en 1513; de Francine, fabricada por René Descartes para que le llevara las maletas; de la armadura de George Moorem, que alcanzaba los 13 km/h, o de Mademoiselle Claire, enfermera artificial que Robert Hardner ensambló para que entregara instrumental a los médicos del hospital Bretonneau. Más constancia histórica dejó el flautista presentado en París en 1738, creación de Jacques Vaucanson, conocido por el diseño –cuyo grabado todavía se conserva hoy–, de un pato capaz de comer, digerir y excretar.
Autómatas. Estos inventos, sin embargo, debían ser autómatas, muñecos accionados por resortes que actuaban de forma repetida. Los robots son, según la Asociación Americana de Robótica, “un dispositivo de posicionamiento multifuncional y reprogramable”. Su origen está fechado en 1920, cuando el checo Karel Capek escribió una obra de teatro (R.U.R.) que describía una sociedad dependiente de trabajadores mecánicos a los que denominó robota (en castellano “esclavo” o “trabajo forzado”).
La invención de Capek inspiró a escritores de ciencia ficción como Isaac Asimov, que en 1942 acuñó el término robótica. Uno de sus fans, Joseph Engelberger, se unió a George Devol para crear Unimation, empresa pionera en la producción de robots industriales, cuya primera obra fue entregada en 1961 a General Motors para cargar y descargar carrocerías.
Intervención quirúrgica. Desde entonces se han ocupado de trabajos difíciles de realizar por complejidad de cálculo, fuerza o precisión. También llevan a cabo tareas extremadamente delicadas, como el Plek, capaz de ajustar instrumentos de cuerda, o el que en octubre tomó parte en la primera operación de corazón con brazos robóticos, en el Hospital London Health Sciences Centre de Ontario (Canadá). En el fondo, sus aplicaciones prácticas son infinitas, basta con programárselas, ya sea por un ser humano o por ellos mismos.
Decisión inteligente. Éste es el principal obstáculo al que se enfrenta su evolución, según Josep Amat, científico del departamento de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Politécnica de Cataluña. Su equipo ha desarrollado un sensor que es capaz de seguir el movimiento de personas y que puede entender sus gestos. Está a prueba en la Intelligent Room del mítico MIT (Massachussetts Institute of Technology), donde se experimenta con robots autónomos y sistemas de inteligencia artificial. El científico asegura que lo que denomina decisión inteligente es el gran reto actual, aunque “no es un problema de hardware, sino de reproducción algorítmica del razonamiento humano”.
Algunos científicos confían en que las máquinas llegarán a tener emociones
Carme Torras, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), va más allá y considera que “el paso realmente difícil es que el robot tenga creatividad y no sea una caja que recibe estímulos y produce respuestas”.
El equipo de Torras trabaja en Genghis, un robot articulado de seis patas para tareas exploratorias en situaciones de localización y rescate de víctimas en entornos peligrosos, como los causados por terremotos. El objetivo es que, designado un punto de destino, pueda llegar a él trazando la mejor ruta y sorteando los obstáculos que encuentre. Pero, además de sustituir al hombre en cadenas de montaje, los robots van a ocupar el hogar, tanto en tareas de limpieza como en funciones de compañía o auxilio.
Yoshihiro Fujita ha proyectado para NEC el R100, que reconoce caras humanas. Fujita está convencido de que “es más confortable y natural hablar a un robot que se nos acerca y nos reconoce, que hablarle a una caja”.
Algunos investigadores van más allá y plantean dotarles de conciencia y emotividad, ingredientes intrínsecos de la inteligencia humana. Sin embargo, hay quienes piensan –Torras y Amat, entre ellos–, que “el interés por las máquinas está motivado por su posibilidad de amplificar las capacidades humanas. Si se vuelven emotivos, sus reacciones dejarían de ser previsibles y no fiables”.
Asimov ya se planteó esa situación y tuvo que añadir una Ley Cero a sus Tres Leyes de la Robótica cuando un robot (Giskard) más consciente de lo habitual las cuestionó ante la amenaza de un científico que pretendía aumentar la radiactividad de la Tierra.
* Tomado de la revista mensual CNR.
España, No. 35 / Enero de 2000.
Ventaneando, Martes 19 de Septiembre de 2023.