ES muy duro reconocer, aunque también es muy maduro hacerlo, que frecuentemente la moda mata a la ética. Por eso se ha llegado a aceptar la idea de que cada época tiene su propia escala de valores. Incluso, esta premisa axiológica es una moda de nuestra época.
Así pasa con muchos conceptos, incluyendo el espionaje. La fisgonería organizada es tan antigua como la sociedad organizada. En ocasiones, establecida por el Estado y, otras, instalada contra él. A veces, de arriba hacia abajo y, otras más, de abajo hacia arriba. Se ha practicado de adentro hacia afuera y viceversa. Total, que siempre todos han espiado a todos y nadie se ha salvado.
Las viejas historias de reyes y tiranos están hermanadas con las de los espías. Casi podría decirse que donde hay un gobernante, allí cerca está un espía que le sirve o que lo acecha o ambas cosas. Pero durante mucho tiempo fue una actividad considerada pecaminosa y, por lo tanto, se le negaba y se le escondía.
Recordemos la serie Misión Imposible, donde siempre se advertía a los infiltrados que, de ser descubierto, su gobierno negaría su conocimiento y su responsabilidad. Sucedía como con nuestras necesidades fisiológicas que su práctica es indispensable, pero no las exhibimos, aunque este ejemplo parece una advertencia subliminal.
Después, los usos de moda se fueron modificando. El espionaje pasó a llamarse “inteligencia” y los espías adquirieron el título de “agentes de seguridad nacional”. Se incluyeron en el organigrama gubernamental y en el presupuesto nacional. Sus gobiernos ya no se avergonzaron de ellos y hasta empezaron a presumirlos. Sin embargo, todo era la misma gata. Mata Hari ahora se apellida Snowden y, en ambos casos, sus patrones ya no supieron para quien trabajaban sus “orejas”.
La historia mexicana no ha escapado a esto. Mucho se ha especulado sobre disimulados motivos de la estancia de Alexander von Humboldt y no se diga sobre la prolongada visita de Moises y Steve Austin a nuestra capital, previa a la independencia de Texas y la Guerra del 47. Incluso hay ediciones sobre un secreto y no comprado viaje de Alexis de Tocqueville a nuestras tierras, previo o posterior a su conocida estancia en Estados Unidos. A su vez, también Gobernación tuvo sus legendarios “pájaros-en-el-alambre”.
Desde luego yo soy de los muchos que creen que la información es un importante instrumento de poder o de defensa, pensaría José Fouché. Así mismo lo reconozco en mi libro ‘Hacia una teoría pura del poder’. Pero no deja de llamar mi atención que el espionaje se haya salido de sus letrinas y se haya introducido en los salones de las cancillerías. Que su existencia clandestina haya ascendido hasta el honroso rango de convención internacional bilateral. Es más, surge la duda de si México tendrá firmados otros similares con diversos países o hasta algunos multilaterales. Incluso, no estoy seguro de qué sería menos malo. Que conviniéramos lo mismo con muchos países o que ello fuera una concesión única y exclusiva con Estados Unidos.
Además, como dije al principio, pareciera que la ética es un asunto de modas. Y entonces ya no estoy seguro si yo soy anticuado o si mi gobierno hizo lo indebido. No sé si soy sensato o si soy mojigato…
Es cierto que la seguridad de las naciones depende mucho de la previsión informativa de sus gobiernos. Son el terrorismo, la delincuencia y la conspiración una forma de agresión que maniata a la sociedad. Casi siempre, para poder asumir con éxito su combate y su castigo, las sociedades victimizadas tienen que sacrificar su propia dignidad.
Su combate, casi siempre, tiene que hacerse con los mismos vicios de lo que se pretende combatir. En el clandestinaje, en el espionaje, en lo oscuro, en lo ilegal y, a veces, en lo inmoral. La sociedad y sus gobernantes tienen que pagar el precio de regalar a sus espías una buena parte de su poder político y, en ocasiones, una buena parte de su poder constitucional.
Pero es muy peligroso, bajo esa razón o pretexto, actuar contra el sistema de libertades que a lo largo de casi dos siglos hemos venido construyendo. Porque de allí se pasa a la etapa que prosigue. Para combatir terrorismo, delincuencia y conspiración hemos instalado el reclamo y la solicitud de mayores espacios para la autoridad, en detrimento de los espacios del individuo.
Por eso es oportuno repetir la preocupación de que, frente a un problema tan grave, los humanos podamos actuar orillados por el temor, que es mal consejero; por la irreflexión, que es mala promotora; por el protagonismo, que es mal socio; por la imitación, que es mala amiga; o por el interés, que es mal amo.
* Abogado y político.
Presidente de la Academia Nacional, AC.
w989298@prodigy.net.mx
Twitter: @jeromeroapis
Tomado del periódico “Excélsior”.
Viernes, 12 de Julio de 2013.
Ventaneando, Viernes 3 de Julio de 2020.