Periodista.
El peligro que anda por los suelos
Los pies, por ser la parte del cuerpo más alejada del corazón, son particularmente susceptibles a los efectos negativos de la diabetes, la enfermedad considerada hoy por hoy como uno de los peores azotes de la humanidad. He aquí algunas recomendaciones para cuidarlos.
LOS pies pueden sufrir mucho cuando se tiene diabetes. Una mala circulación por daños a los vasos capilares hace más lenta la cicatrización cuando se sufre alguna herida y los pies son más propensos a infectarse. Además, se adormece la sensibilidad por los nervios lesionados y cualquier herida se sale de control rápidamente.
Vistas las cosas a gran escala, los problemas de los pies parecen casi triviales, pero cuando se tiene diabetes no pueden pasarse por alto heridas abiertas, callos, juanetes o uñas encarnadas como si fueran dolencias menores. Si esas lesiones no se tratan a tiempo, se corre el riesgo de perder un pie o incluso una pierna, debido a la gangrena (muerte de tejidos).
Todo comienza con alguna herida que rompe la piel, esa barrera protectora que mantiene los gérmenes fuera del cuerpo. Podría ser que los zapatos no le queden bien a la persona o que ésta haya pisado una piedra. Una vez que se infecta la zona lastimada la cicatrización se complica, especialmente si el zapato sigue ejerciendo presión sobre la herida y la persona ni siquiera se da cuenta de que la lesión está ahí. Entonces puede aparecer rápidamente una llaga o úlcera. Este es un tema muy serio y razón suficiente para llamar al médico.
Una infección no controlada va penetrando en la piel hasta llegar al hueso y se corre riesgo de perder el pie o la pierna. Cuando se tiene diabetes por mucho tiempo, los pies están expuestos a una condición conocida como pie de Charcot.
El entumecimiento y los malos reflejos por la neuropatía provocan traspiés que, con el tiempo, destruyen las articulaciones del pie. Afortunadamente, prestarle más atención a esta parte del cuerpo ayuda mucho a mantenerlos sanos.
Comprarse calzado que quede bien es importante para todos, pero para aquellos que tienen diabetes lo es mucho más. El podólogo puede ayudar a encontrar zapatos adecuados, pero el paciente de diabetes no debería tener problemas en hallarlos en una tienda si atiende estos consejos:
TRES CLAVES DEL AJUSTE PERFECTO
No se conforme con un zapato que no cumple estas condiciones:
+.- La punta del zapato debe sobrepasar el dedo más largo por el ancho del pulgar.
+.- La bola del pie debe caber cómodamente –sin apretar los dedos–, en la parte
más ancha del zapato.
+.- El talón debe sentirse cómodo, sin que roce cuando se camina.
No decirle simplemente al vendedor el número que se calza; pedirle que le mida a uno los pies. Cambios en el peso, circulación sanguínea y estructura del pie pueden alterar el número y la forma del pie.
Quizá uno de los pies sea ligeramente más grande que el otro, así que habrá que asegurarse de que ambos zapatos le queden bien. Si es necesario, puede comprarse un número más grande y preguntarle al podólogo si conviene mandar hacer una plantilla para el otro zapato.
Es probable que mientras más se use un zapato mejor se amolde al pie, pero no permitir que el vendedor convenza al comprador que “con el tiempo dará de sí”. El zapato debe quedar bien desde el momento de la compra.
Los pies se hinchan hasta en un 5% en el transcurso del día, así que si se adquiere calzado al final de la tarde los pies no estarán apretados cuando la persona se los ponga a la mañana siguiente.
Empero, si ha perdido sensibilidad en los pies, el diabético no puede confiar en cómo le quedan los zapatos en la tienda. Debe llevarlos a casa, usarlos por media hora y luego revisarse los pies. Si ve zonas enrojecidas –que indicarán que los zapatos le aprietan–, habrá que devolverlos. Por lo general, la inmensa mayoría de las zapaterías cuentan con políticas de devoluciones flexibles.
SIEMPRE DEBE USARSE CALZADO
Se debe pensar en los zapatos como los guardaespaldas de los pies, pues los protegen de golpes, raspones y objetos cortantes, además de mantenerlos secos y tibios. La protección será todavía mayor si el diabético evita descalzarse (incluso en la playa, donde la arena podría provocar escoriaciones, o una basura podría punzar la piel); o usar zapatos abiertos, chancletas, sandalias o suecos. Ni siquiera se debe quitar el calzado dentro de casa porque algo tan trivial como golpearse un dedo contra la mesa podría ocasionar una llaga en la piel. Y sabemos lo riesgoso que puede resultar algo así.
Hay que revisarse los pies diariamente. Antes de acostarse se deben examinar, tanto con los ojos como con las manos y avisarle al médico si hay síntomas de problemas. Además de ampollas, cortes, golpes, piel agrietada o pelada, se deben buscar zonas que tengan distinto tono (más pálidas o rojas), pues podrían indicar que aprietan los zapatos.
Al tacto revisar que no haya áreas frías –un indicio de mala circulación–, o calientes y rojas, lo cual podría señalar una infección. Si no logra el paciente verse las plantas de los pies, la solución es colocar un espejo en el piso y revisar el reflejo. Si se tiene mala vista, pedirle a alguien que se los examine.
El lavado y secado de los pies debe hacerse a diario. Usar agua tibia y jabón para mantenerlos limpios. Evitar el agua caliente, porque si se tiene neuropatía puede uno quemarse sin notarlo. También debe procurarse no remojarlos pues se ablandará la piel y se hará más propensa a una infección. Hay que secarlos suavemente con una toalla, sin frotarlos y asegurarse que no quede humedad entre los dedos para prevenir una infección micótica. Al efecto se puede usar una crema humectante para evitar resequedad y piel agrietada, pero sin aplicarla entre los dedos porque podría desgastarse la piel.
Para evitar uñas encarnadas hay que cortarlas recto y limar los extremos, a fin de no lastimar los otros dedos. Algunos médicos recomiendan no utilizar un cortauñas, para impedir cortes de la piel contigua a cada uña, lo que no sucederá si se usa una lima metálica o de cartón para rebajarlas, ya sea por sí mismo o con la ayuda de otra persona; pero sin rebajarlas más allá del extremo de los dedos.
PONERSE CALCETAS LIMPIAS A DIARIO
Algunos expertos recomiendan que éstas sean de un material que respire, como algodón, mezcla de algodón o lana. La mejor alternativa para las personas que hacen mucho ejercicio son los calcetines acrílicos acolchados, debido a que mantienen la humedad lejos de la piel, evitan las ampollas y podrían proteger de heridas. Se debe usar calcetas que queden bien, sin amontonarse, que no tengan costuras que podrían rozar la piel y causar lesiones. Si se tiene pies muy sudorosos, lo más recomendable es cambiar las calcetas tan a menudo como sea necesario; para ello se debe cargar con uno o dos pares extras.
Como ya se anotó al inicio de este breviario, lo prudente es usar zapatos de calidad. Deben ser cómodos y brindar protección. Los de corte de cuero son los mejores porque se amoldan al pie y respiran, así que los pies sudan menos. Se aconseja elegir tacones bajos para tener mayor estabilidad, con suelas de caucho o goma por su amortiguación.
Es preferible tener al menos dos pares de zapatos de las características descritas, a fin de alternarlos y que se ventilen entre una puesta y otra. Antes de ponérselos hay que sacudirlos y revisar el interior, para cerciorarse que no haya alguna basura que pudiera irritar o lastimar los pies. Y no es recomendable usar calzado nuevo más de unas horas a la vez.
Consecuentemente, para el diabético un examen de los pies debe ser tan rutinario en cada visita al médico como la toma de la presión. Se deben revisar por lo menos una vez al año o más frecuentemente si se tienen síntomas de neuropatía o mala circulación. O si ya se han tenido úlceras en los pies. Además, es importante llevar a la cita los zapatos de mayor uso a fin de que el médico pueda revisar el patrón de desgaste. Pero no hay que esperar a la revisión anual si se nota antes algún cambio.
No todos los cortes menores en los pies requieren atención médica. Sin embargo, debe acudirse con prontitud al facultativo si se contrae una infección o se nota una llaga; si hay la pinchadura de un pie con algun objeto punzante, si un dedo se pone rojo y está sensible o se nota un cambio como adormecimiento, dolor u hormigueo. ¡Cuidado!, porque anda el peligro por los suelos.
Finalmente, estas recomendaciones últimas para quienes lidian con la diabetes: No se debe utilizar tratamientos a base de ácidos o remedios de venta libre para atacar ni la más mínima lesión que aparezca en un pie. Y nunca, jamás, intentar quitarse verrugas, callos, durezas o uñas encarnadas con procedimientos y/o instrumentos rudimentarios, so pena de sufrir amputaciones.
* (Editora)
Tomado de la revista
Guía de Bienestar Selecciones
No. 32, Noviembre de 2016.
Ventaneando, Lunes 6 de Agosto de 2018.