Vienen por todo. Los capitales de Estados Unidos, Canadá, España, penetran en la economía nacional. Compran supermercados, bancos, empresas telefónicas, y ferrocarriles. El gobierno sabe que necesita de ellos para intentar hacer crecer la economía. Después
de décadas de controles y discursos nacionalistas, una apertura y el descalabro de varias empresas mexicanas, abren la puerta para el regreso del imperialismo.
NOTA DE REDACCIÓN: Este artículo, publicado hace 25 años,
refleja cómo se produjo la arribazón de inversionistas y empresas
extranjeras a México, en pleno auge del neoliberalismo. Su lectura
permite aquilatar el tamaño que ha tenido la penetración del capital
extranjero en nuestra economía. Es un fragmento del texto original.
SAM Walton inauguró su primer supermercado en Rogers, Arkansas, en 1962, pero nunca imaginó que su creación –Wal Mart–, algún día controlaría a la principal cadena de supermercados de México.
Ahora S. Robson Walton, uno de los herederos de Walton, maneja un consorcio de tiendas que factura más de 100 mil millones de dólares al año. Su imperio global se ensanchó a principios de este año cuando adquirió al Grupo Cifra, que maneja los supermercados Aurrerá y Superama, las tiendas Suburbia y los restaurantes Vips.
Mediante esta operación Wal-Mart controlará casi una quinta parte de los supermercados mexicanos. Ahora, decisiones tan simples como qué productos se venderán o qué tipo de ropa se ofrecerá corresponderán a los gerentes que vigilan la marcha de este negocio global.
La suerte de este emporio del comercio se decidirá en las oficinas de Bentonville, Arkansas, ya no más en Santa Fe. Pero no es el único caso. La aventura de Wal-Mart en México forma parte de un nuevo flujo de capital extranjero que se ha producido a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) en 1994 y de la crisis económica que estalló a finales de ese año.
El capital no sólo viene e invierte, sino que sobre todo compra empresas.
El ingreso de recursos foráneos está adquiriendo tal importancia que entre 1994 y finales de 1997 ingresarán 43 millones de dólares. El dinero que ha entrado para invertirse en diversas zonas industriales, centros comerciales o bancos debe considerarse como toda una nueva marca: Es la suma de los capitales invertidos por extranjeros en nuestra economía hasta 1993 (casi 40 mil millones de dólares).
La presencia de los extranjeros en algunos segmentos de la economía es tan importante que ahora comienzan a aparecer voces, como las del presidente de los banqueros, Antonio del Valle, que pide analizar la conveniencia de que continúe ese avance.
No se trata de una corriente pasajera. Es el retorno del imperialismo, de las grandes empresas que forman parte de la élite del poder global, que viene a reforzar sus posiciones en México.
AVANZAN LAS PIEZAS. Los grandes operadores de las corporaciones internacionales se adueñan, quiebran, compran y venden empresas de todo el orbe, en medio de una frenética lucha por apoderarse de los resortes claves de la economía mundial.
Añádase a ello la quiebra o la debilidad financiera de empresas mexicanas, una mayor flexibilidad de la autoridad y hasta una anemia crónica de recursos que padece la economía mexicana. La suma de todos estos ingredientes puede explicar el rebrote de la inversión extranjera en nuestro país, que llega a sentar sus reales en los centros nerviosos decisivos de la economía nacional.
Los bancos han sido uno de los puntos de llegada más importantes para los directivos, gerentes y técnicos que vienen del extranjero. Además de experiencia y conocimientos, este nuevo grupo de managers trae en sus portafolios dólares.
Los españoles Bilbao Vizcaya y Santander compraron Probursa y Banco Mexicano, respectivamente. Los canadienses del Banco de Nueva Escocia controlan ahora el Banco Inverlat.
El brazo financiero de la corporación estadounidense General Electric atrapó al Banco Alianza y, recientemente, Banca Confía pasó a manos del Citibank, uno de los bancos comerciales más grandes del mundo.
Además de la compra de bancos, otros grupos financieros del exterior se han aliado a banqueros mexicanos. Así, Bancomer, Serfin y el Banco Internacional están asociados con extranjeros.
Después de que estuvieron ausentes durante décadas –sólo operaba en México Citibank desde 1929–, los bancos extranjeros controlan ahora una de cada diez sucursales bancarias, emplean al 13 por ciento de los trabajadores bancarios y captan el 17 por ciento de todos los recursos del sistema bancario.
La industria no ha sido la excepción. Pueden citarse algunos ejemplos: El Grupo Embotellador de México, la principal firma productora de la marca Pepsi-Cola en nuestro país, era operada por Enrique Molina. En 1995 Molina llegó a un acuerdo con la casa matriz, Pepsico, y le vendió casi una tercera parte de su grupo refresquero. Pero no es todo, tiene una opción, que vence dentro de cinco años, para vender una parte adicional del capital a sus socios y cederles el control de la empresa.
Otros gigantes llegan también a la industria. Apenas hace algunas semanas la estadounidense Phillip Morris y la inglesa British American Tobacco (BAT) retomaron el control total del mercado tabacalero mexicano, al lograr conquistar la mayoría de las acciones de las empresas Cigarros La Tabacalera Mexicana y Cigarrera La Moderna.
Phillip Morris y BAT son, ni más ni menos, las dos más grandes empresas tabacaleras a escala mundial, de acuerdo a los registros de la revista estadounidense de negocios Fortune.
El ejemplo de estos gigantes del tabaco da cuenta, también, de otra tendencia. Algunas empresas que hace algunas décadas abandonaron el país o redujeron su participación en empresas mexicanas, regresan ahora como parte de su estrategia de desarrollo global.
Tabaco, cerveza, refrescos son sólo parte de los nuevos mercados industriales conquistados por las corporaciones del exterior, a los que se suman los sectores en donde su dominio es tradicional: automotriz, equipo de cómputo, productos farmacéuticos.
El interés por controlar los engranes de la industria nacional es patente: entre 1994 y 1997, seis de cada 10 dólares de inversión externa que han llegado al país se han dirigido, precisamente, a este segmento del aparato productivo.
En segundo lugar de preferencia se encuentran los servicios que agrupan, entre otros, a las telecomunicaciones y los bancos.
La apertura de la competencia en la telefonía trajo consigo un cupón: la irrupción de las grandes multinacionales de las telecomunicaciones y de la multimedia, sobre todo las estadounidenses.
Del país del Tío Sam arribaron: Sprint para asociarse con Teléfonos de México, AT&T –la principal operadora de tráfico telefónico del mundo–, con el grupo Alfa, y MCI para crear una empresa conjunta con Banamex.
Sólo que Bell Atlantic –otra telefónica estadounidense–, dio un paso adelante: a principios de este año logró quedarse con Iusacell, la compañía telefónica que perteneció a la familia Peralta. Pagó 220 millones de dólares.
Y el arribo de los capitales de las grandes empresas internacionales, todavía no ha terminado.
* Tomado de revista “Milenio Semanal”.
Número 3, Septiembre 15 de 1997.
Ventaneando, Martes 1 de Marzo de 2022.