(NOTA DE HACE 10 AÑOS)
Este fenómeno natural que afecta al clima mundial, pese a ser uno de los más estudiados todavía sigue guardando algunas incógnitas para los científicos.
¿Qué nos depara esta temporada?
EN días recientes la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos (NOOA, por sus siglas en inglés) pronosticó el desarrollo en octubre, noviembre y hasta principios de 2015, de un fenómeno conocido como El Niño, una poderosa corriente marina de aguas cálidas que se produce en el Pacífico y cuya acción se manifiesta en el clima mundial con lluvias torrenciales e inundaciones en algunas zonas, mientras que en otras partes se enfrentan sequías, se pierden las cosechas y amenaza la hambruna.
El doctor Benjamín Martínez López, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, dice que hace cientos de años los pescadores de las costas del Perú notaron para fines de año la aparición de agua cálida, en un mar donde usualmente las aguas son frías, de ahí el nombre, en alusión al Niño Jesús. Ese calentamiento anual de las aguas les marcaba el fin de la pesca, ya que los peces se iban del lugar.
En los años sesenta, los científicos comenzaron a pensar que El Niño era algo más que una anomalía propia de los exóticos mares del sur: tal vez tenía efectos sobre los océanos y la atmósfera a decenas de miles de kilómetros de las costas peruanas y ocasionaba alteraciones climatológicas, a veces catastróficas, hasta entonces inexplicables.
A finales de los años setenta, el doctor en ciencias físicas Ignacio Galindo realizó observaciones novedosas. Los efectos de El Niño se podían detectar en México y eran capaces de originar alteraciones atmosféricas en toda Norteamérica.
Pese al escepticismo de los estadounidenses, en 1977 Estados Unidos sufrió una racha de terribles nevadas que convirtieron vastas regiones en zonas de desastre.
A partir de entonces, los meteorólogos norteamericanos se dedicaron a revisar minuciosamente la historia de “locuras” del clima en su área para verificar la probable relación de estas alteraciones con la famosa corriente.
Posteriormente hubo investigadores que mostraron cambios en la presión atmosférica del Pacífico (la parte occidental con respecto a la oriental), asociados con los vientos de la zona, que estaban en estrecha relación con el calentamiento cuando esos vientos se hacían más débiles, y se acuñó el término El Niño Oscilación del Sur (ENSO, por sus siglas en inglés), explica Martínez López.
De acuerdo con Martín Ibarra Ochoa –jefe de Proyecto de Pronóstico Estacional del Servicio Meteorológico Nacional–, en los años veinte un investigador británico, Gilbert Walker, detectó variaciones de la presión que se presentaba tanto en las cercanías de Tahití y Darwin, había bajas y altas presiones como si se tratara de un efecto de columpio, por ello el evento de El Niño es un fenómeno tanto transoceánico como atmosférico, puntualiza.
La clave está en el viento. Para entender de qué manera afecta El Niño al clima mundial, dicen los expertos, hay que recordar cómo actúan estos vientos los años en que no se presenta dicha interferencia. En condiciones normales, la potencia de los alisios es tal que, en la enorme extensión del Pacífico ecuatorial, empujan millones de toneladas de agua de las costas de América a las de Australia y Asia. Este desplazamiento hacia el oeste de las capas de agua más superficiales, recalentadas por el sol, es lo que mantiene relativamente frío el mar peruano.
Las aguas calientes arrastradas por los alisios hacia las costas de Australia, chocan con la enorme isla-continente y se desplazan hacia el norte, donde son desviadas por los litorales y archipiélagos de Asia, hasta que refluyen al este, de regreso a América.
Cuando El Niño se presenta, reduce e invierte el flujo de los alisios que ejercen terrible presión sobre la superficie marítima y acarrean enormes masas de agua recalentada por el sol tropical hacia las costas occidentales de Norte y Sudamérica.
Las lluvias vienen detrás y provocan inundaciones en Perú, al tiempo que la sequía azota Australia e Indonesia. Un indicador clave de la llegada de El Niño son las temperaturas del océano, inusualmente cálidas a ambos lados del ecuador, en la región central y occidental del Pacífico, a lo largo y ancho de una extensión equivalente a la superficie de Canadá.
Por lo general, este amenazador calentamiento se inicia entre abril y junio, culmina en diciembre y desaparece entre marzo y abril del siguiente año. ¿Por qué este fenómeno no se ciñe al Pacífico tropical, sino que “contagia” a todo el planeta? Porque los cambios de temperatura en una masa de agua tan grande como la del Pacífico, se transmiten a la atmósfera, que no reconoce fronteras ni continentes. El cálido y húmedo aire sobre los océanos alimenta las tormentas tropicales. Cuando más caliente el aire, más violenta la tormenta.
Si el río suena. “El Niño es un fenómeno de escala global, sus repercusiones traen lluvias o déficits; por ello a veces se le teme”, señala el jefe de Proyecto de Pronóstico Estacional del Servicio Meteorológico Nacional quien refiere dos eventos importantes: el intenso periodo de 1982-1983 que fue destacado por científicos y el de 1997-1998 el fenómeno más intenso de los últimos 10 años, que causó impactos en la economía de unos 96,000 millones de dólares y cuyas repercusiones se manifestaron en la agricultura, salud y en cuestiones ambientales.
En nuestro país fue recordado por incendios forestales, debido a la condición seca, los altos niveles de contaminación, provocados por las deflagraciones del sureste (Chiapas, Tabasco y Yucatán) que tuvieron tal cantidad de humo que llegaron a la región central e incluso a los Estados Unidos. Esto aceleró la preocupación de los países que enfocaron sus baterías en investigar más sobre el tema y aunque todavía hay mucho por indagar, ya se están estableciendo las conexiones físicas que permitan establecer los mecanismos que detonan determinado comportamiento de las lluvias, señala el también maestro en Ciencias.
Gracias a los adelantos tecnológicos (satélites, modelación numérica, física y química atmosférica), los expertos están más preparados para encarar esta corriente, aunque todavía no podrían hacer un vaticinio sobre su intensidad y sus consecuencias, pero sí pueden prever con una antelación de varios meses.
Lo que los científicos aún no pueden explicar es por qué llega El Niño cada cinco, seis o siete años. De algo sí están seguros los meteorólogos: los secretos de El Niño, gracias a los adelantos tecnológicos, pronto estarán al alcance de sus manos.
*Tomado de la revista “Contenido”.
No. 617, Noviembre de 2014.
Ventaneando; Reynosa, Viernes 26 de Julio de 2024.