Bióloga y doctora.
Ocurrió hace ya 109 años
Este lunes 21 de agosto de 2017 habrá un eclipse anular de Sol que se podrá
observar en gran parte del mapa de México. Según el lugar de donde sea
contemplado, la duración del eclipse será de 2 minutos 41.6 segundos. En
1908 hubo un fenómeno similar sobre el que se generó profusa información.
A continuación se inserta una parte del relato hecho en torno a ese eclipse
por una científica actual dedicada a divulgar tales acontecimientos astrales.
EL 28 de junio de 1908 ocurrió un eclipse anular de Sol que pudo verse en varios lugares de México. El suceso, trascendental por el solo hecho de haber acaecido, nos permite saber también cómo es que la gente de ese entonces apreció el fenómeno astronómico:¿Hubo interés por observarlo?, ¿hubo científicos que lo registraron?; ¿los periódicos se ocuparon de describirlo? Las respuestas a estas preguntas muestran que en el México de aquel tiempo había un gran interés de la población por estos fenómenos y una divulgación de la ciencia digna de ser reconocida.
Desde el 23 de enero de ese año en el diario “El Tiempo” se anunció que en junio habría un eclipse anular de Sol y que el profesor Luis G. León, quien había fundado la Sociedad Astronómica de México en 1902, estaba registrando todos los lugares en los que podría verse, “inclusive las localidades más pequeñas y las rancherías”, con el fin de que sus habitantes pudieran saber con anticipación que, sobre su cielo, iba a poder ser visto el fenómeno para que se prepararan para observarlo por los medios que estuvieran a su alcance.
Así, el 12 de febrero siguiente en varios periódicos, entre ellos “El Contemporáneo” de San Luis Potosí, apareció una nota de la Sociedad Astronómica en la que se señalaron puntualmente todos los sitios de México en los que el eclipse podría ser visto. Los indicados pertenecen a las entidades de Veracruz, San Luis Potosí (solo una población), Hidalgo, Puebla, Estado de México, Querétaro, Guanajuato y Michoacán.
Además, se informó sobre los eclipses anulares que se habían presentado en los últimos años y en qué partes del mundo se apreciaron. En nuestro país, se dijo, el último que pudo verse había ocurrido el 29 de julio de 1897 y fue visible en una franja que incluía a poblaciones como la potosina Ciudad del Maíz, la ciudad de Aguascalientes y San Blas, Nayarit.
También se señaló que el 28 de mayo de 1900 había ocurrido un eclipse total de Sol, sobre parte del norte de México.
En el caso del que se verificó el 28 de junio de 1908, la angosta franja de sombra lunar proyectada sobre la superficie terrestre tuvo un ancho de 126 kilómetros, lo que significa que únicamente aquellos observadores localizados dentro de ella pudieron ver el eclipse como anular. Para todo aquel que se hallaba fuera, el eclipse fue parcial. Los observadores situados en la línea de centralidad de esa franja (la mitad geométrica de ella), fueron los que pudieron ver mejor aquel suceso, como fue el caso de varias poblaciones del Estado de Hidalgo.
Para entonces México contaba con los observatorios Astronómico y Meteorológico nacionales –que habían nacido en 1877–, de manera que en estas instituciones se organizaron las diferentes comisiones que se encargarían de realizar variados estudios sobre el fenómeno. Una de ellas, dirigida por Felipe Valle, director del Observatorio Astronómico, fue a Tepatitlán, un municipio hidalguense situado al norte de Tula.
Otra comisión se dirigió a Polotitlán, Estado de México, en donde se realizarían observaciones meteorológicas y aquellas relacionadas con la intensidad de la radiación solar al momento del eclipse. En Cuajimalpa, en el Distrito Federal, se hicieron mediciones de los efectos magnéticos. Los resultados de las investigaciones, además de ser dados a conocer en publicaciones científicas, serían comunicados a la población gracias a la Sociedad Astronómica, fundada precisamente con ese fin.
Un aspecto interesante fue la movilización que hubo en diversas escuelas primarias hidalguenses. Desde marzo de 1908 se pidió a los planteles oficiales de varios municipios de este Estado que se empezaran a dar pláticas a los niños sobre cosmografía, para que estuvieran informados sobre el eclipse que ocurriría el domingo 28 de junio. Ese día profesores y alumnos debían reunirse para verlo. Después del evento el Periódico Oficial del Gobierno del Estado de Hidalgo recibió cartas de directores y profesores de Pachuca, Mineral del Monte, Ixmiquilpan, Tula y Calnali.
En el periódico “El Popular” del 10 de julio de 1908 el inspector de Instrucción Pública, don Teodomiro Manzano, reconocido pedagogo e historiador, publicó un informe de lo ocurrido en Pachuca. Comentó que él, junto con profesores y alumnos de las diferentes escuelas, acudieron a la hacienda de Chavarría a hacer las observaciones. Los niños llevaban sus vidrios ahumados para evitar que los lastimara la luz del Sol y los profesores, además, llevaron relojes y termómetros para hacer las mediciones.
Don Teodomiro indicó que a las 7:05 horas se inició el principio de la interposición de la Luna entre el Sol y la Tierra. A las 8:29 pudieron observar el máximum, o sea el momento en el que se vio la corona solar rodeando el disco lunar, y dos minutos y medio después el satélite empezó a retirarse. También se tomaron las diferentes temperaturas: La más baja fue de 16.5 grados y se registró a las 8:45. (…)
Pero no solamente hubo interés en las escuelas. En Hidalgo mucha gente se dispuso a observar el eclipse desde las azoteas de las casas y desde la parte más alta del Observatorio Meteorológico de la entidad, situado a un costado del Instituto Científico y Literario –hoy el Edificio Central de la Universidad estatal, en el centro de Pachuca. Por fortuna esa mañana no hubo “ni una bruma, ni una nube que empañara el hermoso cielo azul, alumbrado por un Sol radiante”, de acuerdo con las crónicas que describieron lo sucedido. También se dijo que se pudieron tomar varias fotografías del fenómeno astronómico.
Por otra parte, el arzobispo de Michoacán, Atenógenes Silva, pidió a los sacerdotes de su arquidiócesis ubicados en los poblados en los que se podría ver la fase anular del eclipse, que realizaran observaciones. Ellos debían anotar la hora de las diferentes fases, medir la temperatura cada dos minutos y anotar todo lo extraordinario que pudieran ver. También ofreció el Observatorio del Seminario Conciliar de Morelia, que contaba con un magnífico telescopio de tipo ecuatorial, para ser utilizado. El presbítero Estanislao Reyes Mendoza, quien dirigía dicho espacio, sería el encargado de reunir los informes que mandaran los sacerdotes para, a su vez, hacerlos llegar a la Sociedad Astronómica.
En la Ciudad de México y alrededores también hubo muestras de gran interés. En el periódico “La Voz de México”, del 1 de julio de ese año, se narró que en La Villa, Tlalnepantla y Cuautitlán se veía en las calles, plazas y azoteas a numerosos curiosos que quedaron satisfechos porque “el cielo no fue egoísta y permitió contemplar perfectamente el fenómeno. La luz del Sol quedó tan opaca que en la iglesia y en muchas casas hubo necesidad de encender luces”. (…)
Como se dijo al principio, el acontecimiento de un eclipse y su observación nos permiten descubrir caras de una sociedad que de otro modo quizá no saldrían a la luz. Tal es el caso del entusiasmo mostrado ante el fenómeno astronómico no solo por los científicos dedicados a su estudio, sino también por profesores, estudiantes, sacerdotes, periodistas y, en general, por el común de la gente de aquella época.
¿Qué es un eclipse anular?
Este fenómeno astronómico se presenta cuando el brillante disco solar no es cubierto en su totalidad por el oscuro disco lunar. La distancia que en ese momento tiene la Luna con respecto de la Tierra hace que, desde la superficie de esta, el tamaño del disco de nuestro satélite natural resulte menor del que se le ve al Sol, por lo cual, aunque hay coincidencia geométrica de ambos astros, la Luna no tapa completamente al Sol y en el instante del máximo del eclipse se ve un delgado y muy brillante anillo alrededor del oscuro disco lunar.
Estos espectaculares sucesos pueden ser calculados con mucha anticipación, pues los astrónomos conocen con gran precisión los movimientos que están realizando la Tierra, la Luna y el Sol, que son los que originan estos fenómenos.
Desde su fundación en 1877, los miembros del Observatorio Astronómico Nacional dedicaron parte de su trabajo al cálculo de eclipses e hicieron saber los que ocurrirían año con año, dando todos los detalles necesarios de los que serían visibles en México. Así, a través del ‘Anuario’ correspondiente a 1908, informaron al público de todas las fases de aquel eclipse anular.
* Tomado de revista mensual
“Relatos e Historias en México”,
No. 106, Julio-Agosto de 2017.