Periodista.
Es importante apostar por una redemocratización en contra de la partidocracia en las elecciones.
TAL vez una de las características más importantes de la Cuarta Transformación no sea la voluntad presidencial para tranformar las viejas inercias como la corrupción, sino el hecho de haber logrado que el triunfo electoral de Morena llavara al país –de nueva cuenta–, a un sistema de partido dominante.
Quizá por eso AMLO se da el lujo retórico de decir que: “El gobierno no tiene partido, el gobierno no tiene sindicatos, el gobierno no tiene ningún grupo de interés creado” (El Universal, 1º marzo/2019).
Las piezas de este nuevo sistema surgen el primero de julio de 2018, cuando se modificó de manera radical el espectro partidista, la distribución de los puestos de elección popular y, desde luego, las expectativas de cambio del gobierno morenista. El realineamiento político, del que ya concemos sus números (53% del voto y 30 millones de votos), llevan a AMLO a ser el presidente más votado en la época democrática.
Si miramos los últimos 40 años podemos ver que en 2018 termina una etapa que arrancó con la reforma electoral de 1977, y que se activó con la ruptura cardenista y la conflictiva sucesión presidencial de 1988. Este proceso generó un sistema de tres grandes fuerzas partidistas (PRI, PAN y PRD) con un conjunto variable de pequeños partidos que aparecen y desaparecen del escenario en razón de sus votos.
La representación política estuvo mayoritariamente concentrada en ese tripartidismo, pero el primero de julio cambió completamente el escenario.. ¿Cómo llegamos a este giro?
Como dice Sabina en uno de sus discos, “nos sobran los motivos” para entender el resultado de la sucesión presidencial del año pasado. Varias hipótesis sirven par analizar qué ha pasado. Desde hace varios años se había generado una “desdemocratización” (Tilly) en donde las inercias se impusieron sobre las tendencias democráticas iniciales de la transición.
Desde el año 2000 se experimentó un pluralismo débil y el sexenio pasado se intentó reconstruir el viejo partido de Estado. Recrear al partido de Estado después de una transición es un síndrome (Carothers). El caso más emblemático de este intento fallido fueron los comicios del Estado de México en 2017.
En México se generalizó la competencia electoral, pero en muchos casos llegamos a tener lo que Levinsky llamó un “autoritarismo competitivo”, en donde la regularidad de los comicios no evitó los acuerdos y las complicidades que llevaron al mal uso de los recursos públicos. De esta forma, el sistema partidista entró en un alejamiento de la ciudadanía y empezó a funcionar como una partidocracia.
El realineamiento de 2018 modificó a tal grado las tendencias que se tuvieron entre 1988 y 2017 que el país llegó democráticamente a tener otra vez un partido dominante. Con las Categorías de Pempel se puede evaluar cómo Morena es hoy la fuerza dominante.
Hay al menos tres indicadores sobre los que hay certeza: lo dominante está en el número mayoritario de legisladores en el Congreso; en una situación de dominancia en la agenda pública; y en una posición gubernamental dominante en cuento a la discusión nacional, el presupuesto y los proyectos de políticas públicas. El único rasgo que está pendiente es saber cuánto durará la dominancia en tiempos de tanta volatilidad.
A pesar de que AMLO dice que su gobierno no tiene partido ni sindicatos hay, además de Morena, otros partidos –que de forma oportunista—se visten con los colores del sexenio, como el PES que quiere recuperar de manera tramposa y registro; o el partido que está haciendo Elba Esther Gordillo. En la misma situación está la central obrera que quiere construir Napoleón Gómez Urrutia, como si fuera la nueva CTM.
Hay mucha evidencia sobre la forma en la que AMLO ha cubierto los espacios en la administración pública con gente de su confianza, morenista de hueso colorado o convertidos a la causa. También están las ternas para organismos autónomos, algunas con persona capaces y otras que dan lástima.
En este momento del sistema político, es importante apostar por una redemocratización en contra de la partidocracia en elecciones, partidos, sindicatos, órganos autónomos, para que a México no le pase lo que sucedió en Brasil, que saltó de la izquierda al fascismo…
* Investigador del CIESAS
Twitter: @AzizNassif
Tomado de “El Universal”.
Lunes, 4 de Marzo de 2019.
Ventaneando, Lunes 11 de Marzo de 2019.