CON callada emoción, descargué un libro en formato PDF de poesía tradicional. Al hacerlo recordaba versos de un tomo deshojado y viejo que me había gustado, y que no tenía forma de recobrar. Con esa expectativa abrí el archivo, y me dio más alegrías de las esperadas.
Leí con curiosidad la página inicial: Cantos Populares Españoles, recogidos, ordenados e ilustrados por Francisco Rodríguez Marín; eso no me revelaba nada. Retuve más bien la fecha, 1880.
El encanto de estas composiciones –y en otros pueblos, seguramente, ocurre lo mismo–, el encanto, repito, radica en la celebración al amor, al placer y la pena, expresados al calor del sentimiento por autores anónimos. Un banquete de gracia reposaba en el libro.
“Tu amor es como el cedro / árbol sin fruto / que con olor al dueño / paga el tributo / Y de esta suerte / pagas tú a quien te ama / tiranamente”.
Delante de mi computadora portátil, mientras mi taza de café y mi plato de comida se enfriaban, recorría absorto las palabras sin prestar atención a nada más.
“En insufrible fuego / de celos ardo / por eso determino / morir matando / Porque me alivia / ver a la que me mata / también herida”.
Cerca de mi mano, el celular se colmaba de mensajes no leídos, pero yo seguía sin quitar los ojos de la pantalla.
“El querer que te tengo / sombra parece / mientras más apartado / mucho más crece”.
Al final de cada sección, el recopilador agregaba comentarios y versos de la misma temática pero en idioma portugués, catalán o la lengua paladina de Dante, para indicar algún posible origen. Fuera de Antonio Machado y Álvarez, padre de los poetas Antonio y Manuel Machado, y eminente folclorista, nunca había oído hablar de Francisco Rodríguez Marín.
Aunque nada nuevo e inesperado haya en un libro de composiciones amorosas, gusté como siempre del ingenio de expresión que este tema amerita. Recordé El Arte de Amar y, sobre todo, los Amores, de Ovidio, donde hay una elegía en la que un amante se declara imperturbable ante las amenazas de la noche, con excepción, irónicamente, de la presencia de su amada. “A ti es a quien temo –le dice–, tú eres el rayo con el que puedes destruirme”.
De este modo, mis ojos saltaron de estrofa en estrofa y disfruté la chispa de humor o de pasión que se esconde en cada una. Como ocurre en estos casos, no sentí el correr de las horas. Ya empezaba a adivinar las variantes de este juego trovador cuando unos versos atraparon mi curiosidad.
“Canta, mi vida, canta / canta y no llores / porque cantando se alegran los corazones”.
¿QUÉ HACE ESTO AQUÍ?
Es el Cielito lindo –pensé–, una canción absolutamente mexicana. Su autor, Quirino Mendoza, nació en Xochimilco. ¿Cómo llegó a un libro de cantos españoles? Visto de cerca, había ciertas diferencias; se notaba en el primer verso (debería comenzar: “Ay, ay, ay, ay”) y en el último, que parecía amputado (faltaba decir: “Cielito lindo”).
Pero fuera de esos cambios y de arreglos métricos, se trataba del mismo estribillo de Cielito lindo. Bueno, quizás algún viajero la oyó en México y la cantó después en tierras ibéricas. Había un problema con esta hipótesis.
El libro era de 1880.
DE MÚSICO A REVOLUCIONARIO
Recientemente apareció una reseña sobre el autor de Cielito lindo en el periódico El Universal (9 de noviembre de 2017), acreditada a la agencia Notimex. Se preparaban varios festejos por el 60 aniversario de su muerte. Era una buena ocasión para hallar algunas pistas que aclararan la confusión.
El 10 de mayo de 1862 nació Quirino Fidelino Mendoza y Cortez, en el pueblo de Santiago Tulyehualco, territorio de Xochimilco. Su mamá, doña Juana Cortez, se dedicaba al hogar, pero su padre, Quirino Mendoza, era organista en varias iglesias y le heredó el gusto por la música.
Con el tiempo, el pequeño Quirino aprendió a tocar el piano, la flauta, el violín, la guitarra y el órgano; por eso se le conoció como multinstrumentalista.
A los 18 cumplidos, Quirino compuso su primera canción: Mi bendito Dios. El año, 1880; así lo afirman sus biógrafos.
Como el oficio de música ya era riesgosamente inestable, Quirino se convirtió en maestro de primaria, y trabajó en escuelas de lugares cercanos. En su tiempo libre gustaba de caminar por la sierra y respirar el aire agreste. Un día –afirman sus comentaristas–, se cruzó con una joven muy bonita, llamada Catalina Martínez, a la que distinguía un lunar delicado en la mejilla. Él se prendó de ella, buscó su amistad y comenzó a trazar un plan para enamorarla.
En un momento aún oculto en las sombras de la historia, Quirino compuso la canción Cielito lindo para ganarse a la joven. Catalina debió conmoverse por este gesto, pues aceptó sus promesas y, tiempo después, se casaron.
(Todo ese inventario del paseo por el campo, el encuentro con la muchacha, y el lunar en el rostro salió de los biógrafos de Quirino y para ellos es un hecho histórico, es decir, real, aunque pudiera ser solo la transcripción de la conocida canción).
El Cielito lindo se ejecutó por primera vez el 10 de mayo de 1882; nuestro músico tenía 20 años. En ello coinciden sus historiadores. Lugar, testigos, circunstancias, seguro hacen falta pero importa, por ahora, la fecha.
En 1918 se grabó la canción mediante los primeros sistemas analógicos, según la Fonoteca Nacional. Quirino podía oír ahora la reproducción de su trabajo sin necesidad de músicos.
Si la canción ya era almacenada, y se extendía el uso de fonógrafos y discos de música, al menos en las ciudades grandes el Cielito lindo se escuchó varias veces al inicio del México posrevolucionario, cuando crecían la alfabetización, la movilidad social y las familias. De Chihuahua a Chiapas, de casa en casa, bien pudo oírse: “Ay, ay, ay, ay, canta y no llores…”
¿QUÉ SUCEDÍA EN LA VIDA DE QUIRINO?
Unos años antes de la primera grabación, el músico observaba cómo la gente comenzaba a oponerse a un dictador con reputación de invencible, el general Porfirio Díaz. Contagiado de espíritu rebelde, Quirino se afilió al ejército de Maclovio Herrera. De ahí se fue con los villistas y pudo atestiguar el fin del porfiriato.
Por extraño que parezca, este revolucionario compuso también un himno al rey de España, Alfonso XIII, según una biografía que circula en Xochimilco. La pieza en cuestión se tocó el 12 de octubre de 1919 en el Palacio Real de Madrid. Conmovido, el monarca le envió a Quirino una felicitación por escrito y una condecoración. Salvo la ideología, nada impide la simpatía entre un socialista y un aristócrata.
En suma, Quirino Mendoza escribió boleros, marchas, pasos dobles y otras composiciones de gran talla, pero ninguna le brindó la fama que disfrutó con Cielito lindo, su mejor obra. Porque era suya. ¿O acaso…?
LA SEGUIDILLA ESPAÑOLA
En Cantos Populares… sobresale la seguidilla entre las estrofas usadas. Esta composición es perfecta para dar un giro o toque sorpresivo a la expresión debido al orden de sus siete versos, en que se alternan dos pentasílabos (cinco sílabas) y dos heptasílabos (siete sílabas). Se emplea rima asonante en los versos segundo y cuarto (a), y quinto y séptimo (b). Con buena práctica se logran magníficos resultados.
“Sacan a un pez del agua / y al punto es muerto / así que lo separan / de su elemento / Yo soy lo mismo / así que me separan / de mi cariño”.
La seguidilla ha tenido un feliz cultivo en España, pero no en las Américas, donde los trovadores prefieren la décima y las coplas. Los sones veracruzanos más airosos se cantan justamente en décimas. Sin embargo, Cielito lindo está escrita a la manera tradicional de España.
“De la Sierra Morena / cielito lindo / vienen bajando / un par de ojitos negros / cielito lindo / de contrabando”.
Quirino Mendoza modificó el orden de los versos pero continuó con la combinación de siete y cinco sílabas. Después de eso, algo no encaja; suponemos que el tema de la canción es la belleza de una mujer, de la que exalta los rasgos (ojos, lunar, juventud) pero el estribillo nos lleva a otro asunto: “Ay, ay, ay, ay / canta y no llores / porque cantando se alegran / cielito lindo / los corazones”.
Entre el comienzo y el estribillo no hay gran afinidad o concordancia. Se siente la unión forzada, disímil, como coser las mangas a una camisa con telas diferentes. En el libro Cantos Populares Españoles hay coplas que dan continuidad a la idea de cantar como remedio para la tristeza. La cadena de estrofas va así:
“Canta, mi vida, canta / canta y no llores / porque cantando se alegran / los corazones”.
“¿Cómo quieres que yo cante / si tengo el corazón triste / si la prenda que yo adoro / en este mundo no existe?”.
“Tengo de morir cantando / ya que llorando nací / que las dichas de este mundo / se acabaron para mí”.
Luego de oír esto, se nos entrega todo el sentido de la seguidilla: “canta, mi vida, canta / canta y no llores / porque cantando se alegran / los corazones”.
Finalmente, si no conclusiones, podemos subrayar algunas certezas:
Primera: Quirino Mendoza compuso su primera canción en 1880, a los 18 años.
Segunda: Desde 1880 están impresos los versos “Canta y no llores / porque cantando se alegran / los corazones” (Cantos Populares Españoles, Francisco Álvarez y Ca. Editores, Tetúan 21, Sevilla, MDCCCLXXX, TOMO III, pag. 365).
Tercera: No hay unidad de asunto en Cielito lindo, que primero pondera la belleza de una mujer, y después da consejos para vencer la tristeza por medio de la cantada.
Si Cantos Populares se editó en 1880, cabe suponer que algunas composiciones se crearon setenta años antes, si no más, como sugieren algunos estudios sobre música tradicional, que han hallado evidencias de un origen remoto en canciones conocidas. Y si no fuera el caso de la estrofa Canta y no llores…, por lo menos puede decirse que no era contemporánea en 1880, y eso la situaría unos veinte años atrás, cuando aún no nacía Quirino Mendoza.
NI ORIGINAL, NI ESPURIO
De terminar aquí este relato don Quirino quedaría como un artista sin imaginación, que expolia la obra de otros para beneficio propio, y eso sería injusto; tenía garbo, fantasía y amplio dominio del lenguaje musical, como lo demuestra la polka Jesusita en Chihuahua, que tocan en todas las plazas y escuelas mexicanas, y casi forma parte de los símbolos patrios.
No, don Quirino no se apoyaba en el plagio para componer, pero podía ejercitarse en el método de apropiación. El artista moderno, ya escriba, pinte o cree, atrae un tema de cualquier parte, incluso de la obra de otro; es el resultado de los nuevos fueros de la libertad. Pero ahí donde un estafador se apodera del trabajo ajeno y lo presenta como propio, el creador moderno lo transforma y le infunde una segunda vida, más clara, lozana y actual.
Aunque use las mismas palabras de una colección española, el Cielito lindo es ya una creación nueva. También es justo decir que sin esa estrofa embrionaria (Canta y no llores…) Quirino nunca habría compuesto la famosa canción, y quién sabe si México sería igual, con su misma historia y su mismo carácter.
Ahora bien, ¿quién es el primer tejedor de esas frases? ¿Cómo puede escribir versos agradables y soltarlos después sin protestar la autoría? Es el misterio de la música popular o tradicional en el mundo: alguien, oculto en el pueblo, crea arte para todos sin preocuparse del reconocimiento personal.
Este músico o poeta anónimo perdurará entre los hombres aunque no deje nota de su identidad. A pesar de este vacío lo recordarán por años, quizás por siglos, a veces en otro idioma, no por sus rasgos o su apellido sino por el rayo de emociones que filtra entre las notas musicales o las palabras.
Cierto: también hay escritores que se ganan el reconocimiento mediante plagios y robos. Después de la fábula que les enderezó Tomás de Iriarte, no queda mucho por decir; es aquella historia de la avutarda, el ave torpe y pesada que un día roba los huevos de las especies más hermosas con la finalidad de tener hijos agraciados.
Cuando rompen el cascarón, los polluelos buenos se mezclan con los malos de la avutarda, hasta que cada madre reconoce al suyo y se lo lleva.
Cedo a Iriarte las palabras finales: “los que andáis empollado obras de otros / sacad, pues, a volar nuestra cría / Ya dirá cada autor: ‘esta es mía’ / y veremos que os queda a vosotros”.
* Tomado del magazine ‘Domingo Familiar’.
del periódico “El Mañana”, de Reynosa.
Ventaneando, Viernes 20 de Noviembre de 2020.