UN laberinto, sí, fascinante, pero siempre indescifrable. Así es Leonardo da Vinci. Y eso es quizá lo que tanto encanta. Basta con abrir una puerta a su pensamiento, a su obra, a su época (a su nombre o su figura, incluso) para que cualquiera desee extraviarse en su grandeza y en su brillo.
Entonces, si existe la posibilidad tecnológica de hundirse (al menos virtualmente) en una porción de lo que el gran Leonardo significa, no queda más que entregarse a esa posibilidad. Como ahora, que nuestra Universidad Nacional ha traído la muestra Da Vinci Experience.
Sí, claro, el nombre tiene que mantenerse en inglés para que el viaje futurista al pasado (cinco siglos atrás) suene ultranovedoso: un videomapping para conocer la vida y la obra del genio con imágenes proyectadas en suelo y paredes más música envolvente; una decena de máquinas ideadas por Leonardo y construidas a escala real; la zona de realidad virtual para soñar despierto que se vuela por la Florencia renacentista usando, por ejemplo, máquinas como el Ornitóptero, que imita el diseño de las alas de los pájaros, o el Tornillo Aéreo, predecesor del helicóptero moderno.
Sin duda, al Leonardo que más se recuerda es al pintor. Y es quizá la Gioconda, con su enigmática sonrisa, la única obra en la historia del arte que emite el mismo brillo, magia y misterio que su autor, al grado de confundirnos. Se dice de él, de Leonardo, que fue anatomista, inventor, arquitecto, ingeniero, escultor, músico, poeta, urbanista, cantante e improvisador de coplas extraordinario, botánico, paleontólogo, astrónomo y un filósofo natural (como se denominaba al científico de su época) que se adelantó a su tiempo en campos como la mecánica y la óptica.
Pero todo esto –que no hace más que remitirnos al uomo universale, al sabio que abarca y domina diversas disciplinas, al genio renacentista–, lleva a que nos perdamos una de las visiones más bellas de él, de su singularidad en la historia humana: con Leonardo da Vinci (1452-1519) nace y muere el hombre total: aquel que conjuga en sí mismo las tres características (después de la palabra) más elevadas que nos distinguen del resto de los animales: arte, ciencia y espiritualidad; consiguiéndolo, además, en perfecta armonía consigo mismo y con la naturaleza.
EL HOMBRECOMO CREADOR
Da Vinci encarna la síntesis del período bautizado como Renacimiento (que va de los siglos XV al XVI) y permite ver, con ello, que más que una época de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna occidentales, el Renacimiento es la gestación, desarrollo y desaparición de una forma de ser humano –que no existía antes (y que no existirá después)–, capaz de razonar, sentir y actuar sin límite y, por lo tanto, de expresarse en todas sus posibilidades.
Un ser humano que por primera vez es consciente de sí mismo, de sus horizontes ilimitados, de su grandeza, de su pertenencia e integración al universo y a la naturaleza y, por lo tanto, de su cercanía a la divinidad creadora. Tanto, que a punto está de tocarla, según nos muestra Miguel Ángel en su fresco La creación de Adán (c.1511), cumbre renacentista pintada en la Capilla Sixtina, en el Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano.
Sin embargo, el siglo XVII se encargará de socavar este ideal, mientras finge seguirlo bajo la forma de un conocimiento generado por personajes que el siglo XIX llamaría “científicos”.
A diferencia de ellos –de estos científicos con habilidades deslumbrantes y talentos que empujan el conocimiento en áreas como la física y la matemática, sobre todo–, Leonardo representa, en sí mismo, toda una forma de ser en la que caben y se cruzan y convergen y se funden sutilmente (casi se diría estéticamente) el arte como la máxima cualidad humana; el conocimiento matemático, metódico, empírico, profundo y humanista de la naturaleza del hombre, es decir la ciencia como una forma de conocer, integrarse, reinterpretar y reproducir el mundo; y la convicción de que todo lo que existe en el cosmos guarda energía, está vivo y, por lo tanto, se transforma, fluye… O sea, la espiritualidad, lo místico como característica distintiva de la humanidad.
* Tomado del periódico “El Mañana”.
Reynosa, Lunes 30 Diciembre de 2019.
Ventaneando, Reynosa, Lunes 14 de Febrero de 2022.