Historiador.
Licenciado en Historia por la UNAM
e investigador iconográfico.
Carranza se rebeló al usurpador Huerta
Decreto del Gobierno de Coahuila forjó el 19 de
Febrero de 1913 el Constitucionalismo con sus
Fuerzas Armadas Institucionalizadas
AL iniciar un relato sobre la conmemoración del ejército mexicano es difícil establecer un acuerdo sobre dónde empezar. Muchas personas piensan que es necesario remontarnos forzosamente a cierto punto histórico, según ideologías, gustos o hechos armados concretos.
Por ejemplo, un sector tiene la idea de que los antecedentes del ejército nacional deben ser tomados en cuenta desde la época prehispánica, cuando existieron guerreros especializados en defender o expandir el territorio por medio de la violencia, particularmente en el imperio mexica.
Otros eligen la implantación de las reformas borbónicas en el siglo XVIII como la génesis del ejército, pues con estas leyes se marca el establecimiento de un cuerpo profesional dentro del actual territorio nacional. Un criterio similar se utiliza al señalar al Ejército Trigarante como el verdadero primer ejército mexicano, no supeditado a la Corona española como antaño. Y como los anteriores ejemplos hay varios más.
Lo cierto es que hay numerosos hechos de armas en la historia de México que dan muestra del valor aguerrido de sus habitantes, ya fuese ante un enemigo extranjero o por un compromiso político-ideológico. Sin embargo, tras años de usanza combativa, ésta disminuyó en el Porfiriato, es decir, durante la dictadura de Porfirio Díaz.
Con la estabilidad del poder ejecutivo, el país entró en un período significativo de paz, con todos los defectos y virtudes que nos mencionan los análisis históricos sobre la época. En esos años, el ejército federal se modernizó lo más que pudo al crear ordenanzas, profesionalizarse las clases militares y dividir al Estado en zonas militares. Pero también, paradójicamente, sus principales jefes envejecieron junto al régimen de Díaz.
Tras la derrota política de don Porfirio (militarmente no fue vencido en ninguna gran batalla), ese mismo ejército deshonrado y humillado por el levantamiento maderista continuaría al servicio del nuevo gobierno como el encargado de garantizar la paz y el orden, así como hacer respetar a las instituciones. El interinato de Francisco León de la Barra trataría con suma cortesía a los antiguos generales, mientras que Francisco I. Madero los respetaría, pero sin un recíproco sentimiento. Todos sabemos lo sucedido.
La noche del 18 de febrero de 1913 fue particularmente larga para Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila. Tenía en su poder un telegrama proveniente de la Ciudad de México en el que en unas breves líneas se plasmaban todos sus temores: “Autorizado por el Senado, he asumido el poder del ejecutivo, estando presos el presidente y su gabinete. Victoriano Huerta”.
Don Venustiano tuvo claro que el mensaje, además de inaceptable, tendría que ser respondido por un medio muy diferente a la política convencional, pero apegado a la tradición constitucional mexicana. Así que en poco tiempo reunió a sus colaboradores más cercanos y analizaron la situación. Se concluyó que el Senado no tenía las facultades para autorizar semejante traición y no había otra alternativa que desconocer al general Huerta. Siguiendo pasos muy formales, se dirigió al Congreso local y el día 19 obtuvo la aprobación del siguiente documento:
Venustiano Carranza, Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza, a sus habitantes sabed:
Que el Congreso del mismo, ha decretado lo siguiente:
El XXII Congreso Constitucional del Estado Libre, Independiente y Soberano de Coahuila de Zaragoza, decreta:
Número 1421.
Artículo 1º. Se desconoce al general Victoriano Huerta en su carácter de jefe del poder ejecutivo de la República, que dice él le fue conferido por el Senado y se desconocen también todos los actos y disposiciones que dicte con ese carácter.
Artículo 2º. Se conceden facultades extraordinarias al Ejecutivo del estado en todos los ramos de la administración pública para que suprima los que crea convenientes y proceda a armar fuerzas para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional en la República.
Económico. Excítese a los gobiernos de los demás estados y a los jefes de las fuerzas federales, rurales y auxiliares de la Federación para que secunden la actitud del Gobierno del Estado.
Imprímase, comuníquese y obsérvese.
Saltillo, 19 de febrero de 1913.
V. Carranza. E. Garza Pérez, secretario.
Así el contenido del artículo 2º. y su fecha de promulgación marcaban, sin querer, el nacimiento del actual ejército mexicano y a la vez otorgan sentido a la conmemoración por el centenario de dicha institución, pues se hizo necesaria la creación y organización de un ejército no cimentado en el porfiriano, con objetivos políticos muy precisos, escalafón bien definido, ordenanzas propias y, sobre todo, formado por ciudadanos provenientes en su mayoría de clases populares, adheridos por iniciativa propia, creyentes en la legitimidad del movimiento.
Este ejército llamado “constitucionalista” se reglamentaría con el Plan de Guadalupe del 26 de marzo de 1913 e incorporaría una idea muy propia de don Venustiano: su líder no tendría rango militar alguno. Se le denominaría “Primer Jefe Constitucionalista”, dando a entender que era una lucha por el orden legal encabezada por un civil, dejando atrás la imagen tan famosa de los cuartelazos.
El contingente derrotaría a la vieja fuerza federal y se licenciaría formalmente por medio de los acuerdos de Teoloyucan en agosto de 1914, lo que significó el triunfo definitivo sobre la usurpación y la ilegalidad.
La triste escisión de los caudillos revolucionarios llevó a varios enfrentamientos más, en los que nuevamente el grupo fuerte del constitucionalismo liderado por Carranza lograría la victoria. A partir de ese momento se fomentó la sustitución definitiva de los ejércitos populares por uno permanente, nacional e institucionalizado, teniendo como núcleo a los más respetados comandantes del Ejército Constitucionalista.
Sin lugar a dudas, este ejército mantuvo un nexo más estrecho con la sociedad debido a los orígenes populares de sus integrantes. Por ello, la conmemoración del 19 de febrero como Día del Ejército Nacional es la placidez del retorno a la familaridad entre el pueblo y sus fuerzas armadas. La fecha fue oficializada mediante decreto el 22 de marzo de 1950, a instancias del presidente Miguel Alemán Valdés.
* Tomado de la revista mensual
“Relatos e Historias en México”,
No. 55, Marzo-Abril de 2013.
Ventaneando, Lunes 19 de Febrero de 2018.