Existe una gran coherencia y congruencia en la estrategia del Estado Mexicano hacia Madrid y Washington; sin embargo, periodistas del viejo régimen la cuestionan por supuesto entreguismo del presidente
HOY queda perfectamente claro que no hubo sumisión o entreguismo alguno de parte del Estado Mexicano a partir de la cena privada entre Andrés Manuel López Obrador y Jared Kushner, celebrada el pasado 19 de marzo.
Nueve días después de aquel encuentro, el jueves 28 de marzo, Donald Trump publicó dos tweets donde reclamó al nuevo gobierno mexicano porque supuestamente “se niega a ayudar con la inmigración ilegal y drogas” y sostiene directamente que “México no está haciendo NADA para ayudar a detener el flujo de migrantes ilegales a nuestro país. Ofrecen puras palabras y nada de acción”, por lo cual amenaza con “cerrar la Frontera Sur!” (mayúsculas y signo de admiración en el original).
Estos airados reclamos de parte del presidente de los Estados Unidos demuestran que el gobierno de López Obrador se ha mantenido firme en su resistencia a las fuertes presiones de Washington para cerrar nuestra frontera sur con Guatemala, así como realizar detenciones masivas de los centroamericanos que atraviesan el territorio mexicano hacia el vecino país del norte.
Trump se enoja, se frustra y grita frente a la negativa del gobierno a dar continuidad a las políticas entreguistas de Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray en que el Instituto Nacional de Migración, la Policía Federal y las Fuerzas Militares se dedicaban a hacer el trabajo sucio a Washington.
El gobierno mexicano ha cambiado 180 grados su estrategia hacia los migrantes. En lugar de reprimir, controlar y deportarlos, hoy se les acompaña, se les apoya y se les busca trabajo y bienestar.
La estrategia de López Obrador es absolutamente transparente para quien la quiera ver. Quiere simultáneamente evitar los conflictos personales estériles; de ahí su ecuanimidad tuitera y su cena con Kushner, y garantizar la plena soberanía y autodeterminación del Estado mexicano.
El presidente mexicano sabe perfectamente bien que si se desgasta en pleitos discursivos en las redes sociales será más difícil avanzar en el terreno, mucho más importante, de las políticas públicas.
Lamentablemente, en lugar de atender el fondo de la cuestión, la mayor parte de la prensa nacional prefiere fijarse solamente en la superficie.
En su desesperación por construir un relato de supuesta continuidad entre Peña Nieto y López Obrador, insiste una y otra vez en que existiría alguna similitud entre la recepción oficial de parte del gobierno de Enrique Peña Nieto al yerno de Trump en Los Pinos, así como su vergonzosa condecoración con la Orden del Águila Azteca, y un encuentro informal durante horarios de descanso entre López Obrador y Kushner.
Pero lo más importante es que la forma totalmente distinta entre los dos encuentros refleja una profunda discrepancia de fondo. Mientras Peña Nieto actuaba como un perro faldero de Trump, con respecto a los migrantes, las drogas y Venezuela, López Obrador defiende firmemente la soberanía de México y de todos los pueblos de América Latina.
Algo similar pasa con respecto a la cobertura mediática del intercambio entre López Obrador y el rey de España. El pasado 1 de marzo el presidente mexicano envió una carta diplomática al rey Felipe VI invitándolo, con enorme respeto y gallardía, a participar en un gran proceso de reconciliación binacional en el año 2021, con motivo de los quinientos años de la caída de Tenochtitlan y los 200 años de la consumación de la Independencia de México.
Alguien, muy probablemente algún personaje cercano a Felipe VI y que participa en las redes de la derecha internacional hoy enojadas con López Obrador por su posición hacia Venezuela, filtró el contenido de la carta con el fin de fabricar un conflicto falso entre el nuevo gobierno mexicano y el Estado español.
No podemos descartar incluso la posibilidad de que el mismo Enrique Krauze pudiera estar atrás de esta nueva estrategia de guerra sucia.
López Obrador ha sido perfectamente claro al señalar que su posición es estrictamente histórica y a favor de la reconciliación y la paz y que de ninguna manera descalifica personalmente al rey ni busca atizar algún conflicto racial, étnico o internacional.
López Obrador también ha asumido su propia responsabilidad al reconocer que el Estado mexicano también debe pedir disculpas por su maltrato hacia los pueblos indígenas y otros grupos étnicos como los chinos.
Sin embargo, así como los periodistas del viejo régimen cuestionaron a López Obrador por su supuesto entreguismo con Kushner sin poner atención en el fondo de la cuestión, hoy atacan al presidente mexicano por supuestamente generar conflictos estériles con España sin entender que el propósito de la carta fue precisamente lo contrario.
De lo que se trata es agarrar cualquier pretexto para intentar desacreditar a López Obrador. Quieren dar la impresión de un presidente mexicano incoherente y contradictorio, cuando en realidad ellos mismos son quienes se contradicen y tuercen la realidad a su antojo.
Por ejemplo, muchas de las mismas voces que antes defendían las políticas entreguistas de Peña Nieto hacia Washington, hoy de repente se han convertido en nacionalistas de ocasión y descalifican a López Obrador por supuestamente parecerse a Peña Nieto.
Y quienes antes celebraban las buena relaciones entre España y los gobiernos neoliberales, hoy buscan dinamitar esas mismas relaciones con el fin de debilitar a la Cuarta Transformación.
Existe en realidad una gran coherencia y congruencia en la estrategia de López Obrador hacia Madrid y Washington.
En ambos casos se busca establecer una relación horizontal de respeto mutuo, por medio de cenas, cartas y otras comunicaciones personales, con el propósito de sentar las bases para fortalecer la dignidad, el bienestar y la soberanía de la nación mexicana en un contexto mundial cada vez más complejo, inestable y peligroso.
* www.johnackerman.mx
Tomado de “El Universal”.
Lunes 1 de Abril de 2019.
Ventaneando, Lunes 15 de Abril de 2019.