LAS personas que sufren de este síndrome no se pueden desprender de ningún objeto, aunque sea inservible. Muchas veces viven tapados por toda clase de cosas que atesoran, sumergidos en el caos.
Esta compulsión de acumular no es el verdadero problema. La dificultad real es no poder deshacerse de las cosas inútiles.
Los estudios neurológicos demuestran que los afectados por este trastorno presentan diferencias en el funcionamiento de cierta zona del cerebro, con respecto a sujetos que no lo padecen.
La raíz de este desorden parece que está localizada en la corteza frontal que es la que inhibe el impulso básico que tiene el ser humano de acumular.
La vida de estas personas suele ser caótica, porque apenas pueden circular por las habitaciones llenas de trastos de todas clases, que muchas veces incluyen todo tipo de desperdicio.
Generalmente son personas que viven en el ostracismo, no permiten que nadie entre a su casa porque aunque se avergüenzan del estado en que viven, no son capaces de desprenderse de nada.
Las personas que acumulan grandes cantidades de objetos desechables, entablan un vínculo afectivo con cosas intrascendentes, con la secreta idea de que alguna vez les pueda servir algo.
Para ellos, todo puede tener utilidad algún día: una banda elástica rota, un clavo oxidado, papeles inútiles, cuadernos de la escuela primaria, facturas de hace veinte años, medias agujereadas, cartones, cajas de todo tamaño, envases vacíos, sobres usados, bolsas de plástico, un vaso roto, fósforos quemados, palitos de helados, bolígrafos gastados, botellas vacías, etcétera.
Como paradoja estos sujetos suelen ser por otro lado perfeccionistas al extremo, pero fallan al establecer un vínculo emocional con los objetos considerándolos parte de su propia historia.
Sus casas se van transformando en siniestros museos de cosas viejas, sillas destartaladas, muebles envejecidos, una heladera que no anda, una máquina de escribir del siglo pasado, ropa inutilizable y toda clase de adminículos de dudoso origen que no sirven nada más que para ocupar un lugar en cualquier rincón, debajo de un centenar de objetos increíblemente inútiles.
Estos acumuladores compulsivos tienen dificultades para clasificar y organizar, porque les resulta difícil separar a los objetos en categorías cuando para ellos cada uno tiene un significado único.
La dificultad radica en distinguir lo importante de lo irrelevante, porque todos los objetos tienen el mismo valor subjetivo cuando les pertenecen.
Los acumuladores compulsivos tienen serios problemas de relación con quienes conviven porque lentamente van invadiendo todos los espacios libres, ocupando con sus pertenencias todo lugar vacío.
El problema básico del acumulador compulsivo se relaciona con la dificultad para tomar decisiones, que en este caso es el conflicto que genera la disyuntiva entre tirar o guardar, siendo siempre la postura más conservadora la vencedora, porque es la que no implica ningún riesgo.
A estas personas, desprenderse de sus cosas inútiles les produce angustia y desazón, y son capaces de reaccionar violentamente si alguien se atreve a despojarlas de sus pertenencias tirándoles algo a sus espaldas, aunque sea una bolsa de plástico.
El problema es que los que acumulan cosas inservibles no tienen conciencia de que su conducta sea irracional o absurda y aunque se dan cuenta que tienen que lidiar con el caos a su alrededor, no consideran que sea un comportamiento anormal o patológico.
A pesar de todo, existe la posibilidad de tratamiento psicológico de este trastorno con buena respuesta, pero lo difícil es que el paciente se decida a pedir ayuda terapéutica.
Ventaneando, Martes 5 de Septiembre de 2023.