SON las venas del planeta, la sangre que purifica el gran sistema de la Tierra, son fuente de agua dulce, favorecen la regulación ecológica de los ecosistemas y dan vida a todo en su paso. Tienen su origen en manantiales, nieve, deshielos o lluvias.
Tan solo por su origen casi místico, deberíamos cuidar y mantener los ríos limpios y sanos, pero su estado en todo el mundo es de fragmentación, contaminación y desvío de cauces, problemas que se agravan con el cambio climático, en forma de sequías, olas de calor prolongadas y falta de lluvias.
Para hacer conciencia sobre la importancia de los ríos, en 1997 la ONU designó el 14 de marzo como el Día Internacional de la Acción por los Ríos, con la finalidad de recuperar las cuencas hidrográficas, incrementar el caudal de agua y promover una gestión equitativa y sostenible del vital líquido.
Desde entonces se han realizado algunas acciones a su favor: la eliminación de grandes represas hidroeléctricas y otros embalses como acueductos, bordos o canales, que si bien, en su momento, trajeron beneficios a la humanidad, el precio para el resto de las especies y ecosistemas ha sido demasiado alto.
Aunque, en ese entonces, la recomendación de la Comisión Mundial de Represas para eliminar los grandes embalses no fue bien vista por varias naciones que dependen de esos cuerpos de agua para la generación de energía eléctrica, la actual situación climática parece acelerar esa instrucción.
Imágenes publicadas por la NASA muestran cómo los ríos en todo el mundo se están secando: el Colorado y su gran reserva, el lago Mead, en Estados Unidos, ha bajado su nivel de agua, y las autoridades chinas han alertado sobre la sequía en el Yangtsé, proveedor de 80% de la capacidad eléctrica, a medida que el flujo de agua disminuye.
Lo mismo sucede con la generación de energía: el bajo nivel del Rin, canal crucial para el transporte marítimo en Europa, pone en jaque la navegación, mientras que el Loira, en Francia, podría desaparecer todo un valle de viñedos.
Los ríos más importantes del mundo, por su longitud, tampoco están exentos del daño: el número uno, el Amazonas, con poco más de 7 mil kilómetros y que atraviesa tres países (Brasil, Colombia y Perú), está lleno de represas y residuos tóxicos; el Nilo, que cruza Egipto, Sudán y Uganda, podría descender su caudal hasta en 70% en los próximos años, según estimaciones de la ONU.
En algunas zonas del Mississippi, en Estados Unidos, se ha roto el récord de niveles mínimos presentados en el verano de 1988; el Danubio, el más largo de Europa, ya parece riachuelo y en varias zonas presenta problemas en su navegación y centrales eléctricas.
Y el Ganges, el río sagrado de la India, padece varios tipos de contaminación: microplásticos, metales pesados o residuos tóxicos. Algunos expertos señalan que sus aguas ni siquiera son aptas para la agricultura.
México no se libra de este mal. El país cuenta con 15 grandes centrales hidroeléctricas que dependen de los siete sistemas fluviales más importantes, pero que presentan el nivel más crítico de alteración hidroecológica: el Grijalva, Usumacinta, Papaloapan, Pánuco, Coatzacoalcos, Balsas y Santiago-Tonalá que, en conjunto, representan 31% de la red hidrográfica nacional.
Los ecosistemas, la sobrevivencia de las especies, el desarrollo social, la agricultura, la economía, todo depende del agua. Por ello, cuidar de los ríos es una tarea crucial para todos. Empecemos desde nuestros hogares.
* Tomado de “SIMI-Informa”.
Marzo 2023; No. 491-1.
Ventaneando, Viernes 28 de Abril de 2023.